Cuidando la Familia: buscar una manera concreta de vivir el amor incondicional

DOMINGO III DE CUARESMA
Protagonizan la famosa parábola del Evangelio de hoy un padre y sus dos hijos. El Padre (Dios), es el paradigma de todas las virtudes: generosidad, compasión, misericordia, perdón y, en definitiva, Amor incondicional e ilimitado. Los hijos representa a la humanidad, creada por Dios a sus imagen y semejanza y tan amada por Él, que nos hace libre para seguir a su lado (hijo mayor, “el fiel”) o abandonarlo (hijo menor, “el pródigo”).
La parábola nos muestra que ni el “hijo bueno” es tan bueno (celos, envidia, rencor…) ni el “hijo malo” es tan malo (aunque a causa del hambre, vuelve a su Padre y le muestra su arrepentimiento). El único admirable es el Padre, que ama por igual a todos sus hijos, con sus defectos y virtudes, y que sale al encuentro de ambos.
Podríamos identificar nuestra conducta -también en el seno de nuestras familias- con cualquiera de los dos hermanos, pero difícilmente con la del Padre, cuyo amor, sin duda, nos supera. Así, a lo largo de la vida pasamos por situaciones o momentos que nos hacen sentirnos indignos de ser llamados “cristianos”. Sólo la convicción de la misericordia eterna de Dios nos ayuda a comenzar de nuevo y crecer en misericordia para con los demás.

Propuesta para cuidar la familia esta semana:
Vivir permanentemente nuestra tarea educativa con nuestros hijos y familiares (independientemente de la edad o circunstancia que tengan) para ayudarles a vivir el inmenso Amor de Dios como única guía ética de conducta, que nos hace ayudar, compartir, perdonar, o pedir perdón sin pedir nada a cambio.

Pilar Jiménez y Fernando Hernández

 

 

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