«Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente, con todo tu ser… amarás a tu prójimo como a tí mismo».
El pueblo de Israel se perdía en la inmensa maraña de normas y mandamientos a los que todo buen israelita estaba obligado a cumplir. Esto se había convertido en una pesada losa exigente y agobiante. Jesús, cuya «carga es llevadera y su peso ligero», corta por lo sano y afirma que lo más importante en la vida es el amar. Dejar que palpite bien el corazón hacia Dios y hacia el prójimo.
Toda la Ley y todas las normas se reducen a esto. No pierdas tu vida en cosas accesorias. Ya lo hemos dicho alguna vez: «al atardecer de la vida te examinarán del amor».
Este es el núcleo del Evangelio. Quien entiende esto no está lejos del Reino de Dios.
Recuerda que amando a los demás estás amando también a Dios. Buenos días.
Antonio Sanjuán, cmf