«Un hombre plantó una viña, la rodeó con una cerca, cabó un lagar, construyó la casa del guarda, la arrendó a unos labradores y se marchó de viaje».
Todos somos trabajadores de la viña del Señor. Pero a veces nos creemos, cada uno en nuestro puesto, los propietarios de la viña y matamos en nosotros a todos los «enviados» y «mensajes» que el dueño de la viña nos envía.
Incluso nos creemos por encima del heredero apropiándonos de lo de lo que no es nuestro para sacar el mayor provecho posible.
El Señor nos da hoy un toque de atención para que revisemos nuestra capacidad de acogida.
En primer lugar, nuestra acogida a Jesús y a su Evangelio.
Pregúntate cómo acoges a Jesús en tu vida.
Y lo verás en la medida en que llevas a la práctica su Evangelio. Pregúntate también hoy cómo acoges a otros «enviados» que él te manda: personas, ocasiones, acontecimientos…
El Señor quiere que seas un buen trabajador o una buena trabajadora de su viña y que acojas todas sus visitas dejándote interpelar por ellas.
Buenos días.
Antonio Sanjuán, cmf