Prohibido agobiarse

Para muchos, los tiempos que corren son tiempo de agobios. No sólo se agobian políticos o los empresarios, también se agobia el tendero de la esquina, el chófer del autobús o la madre que acompaña a sus hijos al colegio. Los estudiantes se agobian por los exámenes, pero también por la acumulación de fiestas o de mensajes en el móvil. Los jubilados se agobian, porque, como ya no tienen nada que hacer, cargan con responsabilidades de sus hijos. De hecho, el «ando agobiado» o el «estoy agobiada» es una de las frases más recurrentes en la conversación ordinaria, a veces como recurso fácil para eludir complicaciones. Y también es frecuente usar como recurso exculpatorio un «Por favor, no me agobie», a quien pide algo.

Un andaluz atribuía la causa de sus angustias en el trabajo al «mardito eztré». El estrés es el nuevo nombre del agobio. Mientras «agobio» parece tener su origen en el «gibbus» latino –giba-, que lleva a pensar que la persona agobiada va cargada de espaldas, con el «stress» anglosajón se hace referencia más bien a la ansiedad que una determinada situación plantea.

Llamémosle «estrés» o «agobio», se trata de un fenómeno fácilmente identificable y que casi siempre puede remediarse con un poco de inteligencia. Quienes lo padecen piensan que su causa está en el exceso de actividades; pero, de ordinario, los problemas de agobio nacen realmente de la falta de atención. Los «estresados» se internan en ese estado de agitación por no concentrarse en la tarea que tienen entre manos. Más aún, si se observa con detenimiento se descubre que quienes se lamentan de estar agobiados lo están, de ordinario, porque desparraman su atención en varias actividades simultáneas, en lugar de centrarse en una sola cosa.

Los seres humanos no somos máquinas “multitarea”. Nos sentimos plenos si atendemos a una sola persona o a una sola actividad que llene por completo nuestro horizonte vital en ese momento. Es recomendable, pues, hacer las cosas “de una en una”. Pero eso, requiere la disciplina de la imaginación.

Para la vida cristiana el agobio también es venenoso. A ello alude Jesús en la parábola del sembrador, cuando advierte que la semilla de la Palabra llega a frustrarse en el corazón humano por causa de la seducción de las riquezas y de las preocupaciones de este mundo (cf. Mt 13,22). Muchos viven agobiados —así nos lo repiten constantemente— y muchas veces no saben por qué. Creen que es por el exceso de obligaciones o por las complicaciones de la vida, pero realmente la causa última de su estrés no está fuera, sino dentro: están agobiados porque les falta la habilidad de vivir el presente y así poder disfrutarlo, haciendo una cosa detrás de otra. A ellos -¿a nosotros también?- les podemos recomendar: “Prohibido agobiarse”.

 

Juan Carlos cmf

(FOTO: Luis Villasmil)

 

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