Perdido entre los hombres voy conmigo
a tientas con mi voz y con mi aliento.
Al hombro los recuerdos y en el viento
las manos suplicantes de un mendigo.
Alza tu voz, Señor, tú eres testigo
de este miedo translúcido que siento
subir desde mis pies al pensamiento,
compañero en el tiempo, casi amigo.
Perdido entre los hombres, enamorado
de una tierra sin nombre que existiera,
voy sembrando de lunas mi costado.
Perdido entre los hombres, yo te nombro
Y se acunan mis voces a tu vera
como un haz de memorias y de asombro.
Blas Márquez, cmf