17 de febrero de 2019. (6º T O C).
Hoy nos presenta el evangelio al Señor, de nuevo enseñando a las multitudes venidas de diferentes lugares. En sus enseñanzas nos deja muy claros cuáles han de ser los criterios de vida para ser su discípulo. Y como suele suceder, estos criterios no concuerdan mucho con los de las personas que lo escuchan, ni con los nuestros. Sus palabras pueden producir desconcierto y contradicción. No está hablando de “otro mundo”, sino del nuestro, en el que hay personas que no tienen reparo en enriquecerse o saciarse a costa de los otros, y mientras aquellos ríen, estos lloran. En nuestro mundo se felicita a los ricos, a los que tienen éxito y a los que son aplaudidos por todos.
Jesús está denunciando esta forma de vida cuando proclama las bienaventuranzas. Nos dice que no es ese el plan de Dios sobre la humanidad. Que la verdadera felicidad no la pueda dar el poner la confianza en las cosas materiales y en la propia satisfacción, sino en la preocupación por los otros desde la confianza en Dios.
Ser seguidor de Jesús no es fácil. No todos lo entienden. No consiste sólo en estar bautizado o en hacer unos rezos, sino en creer en él, fiarse de su palabra y seguir su modo de vida, aunque nos parezca difícil.
Con duras palabras también nos lo recuerda Jeremías en la primera lectura: “maldito quién confía en el hombre apartando su corazón del Señor”. Jesús nos señala una felicidad más definitiva que las pasajeras que nos ofrece este mundo.
Juan Ramón Gómez Pascual, cmf