El comentario del Domingo: XXXI del Tiempo Ordinario

3 de Noviembre de 2019. 31º Domingo del Tiempo Ordinario. Ciclo C.

Algunos días nos encontramos en «baja forma moral», y puede que hasta «depresivos». Entonces necesitamos a alguien, algún amigo, un hermano, que nos eche una mano. Necesitamos el abrazo de alguien que nos quiere. Cuando llega, nos sentimos aliviados, reconfortados, recuperamos las ganas de vivir.
Otros días nuestra debilidad humana, nuestro pecado, nos hace sentirnos solos; queremos estar apartados de los demás, incluso de Dios. Entonces es Jesús, el amigo, el hermano, quien se hace presente en nuestra vida, sale a nuestro encuentro, y nos ofrece su perdón y su amor.
El encuentro de Jesús con Zaqueo nos muestra cómo.  Zaqueo era pequeño de estatura y de corazón (?), reconocido pecador por publicano. Le «pica la curiosidad» por ver a Jesús y se sube a un árbol para poder verlo. Entonces Jesús «va a por él». Sin miedo a lo que digan los jefes de la sinagoga (“¡éste come con pecadores!”), entra en su casa para hospedarse. Y el corazón de Zaqueo se abre a Dios y a los demás. Y en su casa entra el perdón y la felicidad.
Jesús no solo está dispuesto a entrar en mi casa, sino que me invita cada día a la suya, a participar de su banquete y a disfrutar de su perdón y su amor. Pero a mí, ¿me pica la misma curiosidad que a Zaqueo?¿Estoy dispuesto a dejarlo entrar en mi casa?¿Qué estoy dispuesto a cambiar en mi vida?

Juan Ramón Gómez Pascual, cmf

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