Tengo mis apuntes,
¡desordenados todos!,
en una memoria de cal
frágil y desolada…
Contienen el paisaje y el llanto,
donde tus ojos lloran
al brocal de la palabra.
Tengo mis apuntes
escritos con errores,
con carbón de abetos
y tardes encadenadas
al ruido de las horas,
y sin tu beso madrugador
que despierte mi voz
ruinosa y quebrantada.
Tengo tirado
el pulso y la derrota,
la página de una luz
apenes viva,
la ruidosa fontana
de los verbos
que lloran en los cangilones,
tus besos tenues en bandada.
¡Ayúdame a ordenar
este boceto!, que soy yo,
con mi sangre en el desierto,
revertido de pájaros sin líneas,
de hombre triste,
quizá Romero.
Ayúdame a ordenar
la luna y el jarrón quebrado,
el mapamundi de tu alma triste,
los archivos en el polvo de los cuadros
y el lucero que ayer me diste.
Ayúdame a ordenar esta tristeza,
las estrellas en el cielo de mi frente,
los colores sobre el vientre de los mares
y los andamios de tu amor presente.
Ayúdame, ¡oh mi alma!
¡Mi Blas querido!
a ordenar esta desidia,
que soy yo,
perdido en el abismo,
en un largo sueño
dormido en la memoria.
Ayúdame a ordenar este boceto
que está muriendo el día,
y una saeta afilada
penetra el pálpito de la tarde,
y me llena de melancolía.
Ayúdame a ordenar,
¡Padre Querido!…
Mérida, 30 de octubre de 2023.
Ramón Uzcátegui M., sc
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