Al equipo misionero del Colegio Claret de Caracas: a todos los que vinieron y se quedaron estrechando manos y el corazón alerta.
A los que soñaron y no pudieron resucitar sus sueños.
Y a todos, los que prendidos en la llama,
iniciarán también una aventura inédita,
A orillas del río padre-nuestro-Orinoco
Ahora no es posible jugar con las palabras
y encender en el aire
las estrellas fugaces que alumbraron
tantas noches inéditas,
los días temblorosos,
junto al clamor del río,
en el ojo del tiempo,
en las pupilas dilatadas
de poblados en flor
sobre un papel-ceniza.
El tiempo es un tesoro entre las manos,
arcilla sudorosa
recreando la historia
como un espacio abierto donde anidar los sueños,
como un rostro ignorado donde mirar la efigie
de una voz prisionera
en la herida del agua.
Hermanos, compañeros, amigos:
para iniciar de nuevo la plegaria del tiempo,
recorramos los últimos canales de la sangre
donde el Orinoco navega
despertando los sueños
y escucharemos sorprendidos
junto a la orilla temblorosa,
bajo la sombra blanda
de una palma ignorada de moriche,
las últimas palabras de una garza olvidada,
en el gamelote de un beso,
por las estrías de una tarde ansiosa.
¿No escuchas el eco lejano
de tantas voces pronunciando el nombre
tuyo, mío, nuestro… y canciones
al viento como garzas liberadas
de la prisión de un beso?
Y el río enfrente
sosteniendo las horas y el latido,
alumbrando la noche
con un clamor de estrellas
en la apacible curiara
de un abrazo fraterno.
¿No sientes los latidos
de un corazón más grande:
indígena y mestizo renaciendo…
criollo y fraternal
en la piel azulada de una tarde sin tiempo?
Y el río al fondo
sosteniendo las horas y el latido,
alumbrando la noche
con un clamor de estrellas
en la apacible curiara de un abrazo fraterno.
¿Y la flecha incendiada
de unos ojos mirándote en el brocal de un llanto,
en un rostro sin horas,
en un cuerpo entregado,
inédita plegaria de la lluvia
sin piel y con acento,
en los cantos tejidos
al amor de una llama inextinguible?
Y el río detrás
sosteniendo las horas y el latido,
alumbrando la noche
con un clamor de estrellas
en la apacible curiara
de un abrazo fraterno.
¿Y no sientes tus manos entregadas
estrechando las manos indulgentes
en rito ancestral,
en una ceremonia de siglos
bajo una luna blanda de un corazón en llamas?
Y el río alrededor
sosteniendo las horas y el latido,
alumbrando la noche
con un clamor de estrellas
en la apacible curiara
de un abrazo fraterno.
Volvamos al principio,
recorramos de nuevo
los últimos canales de la sangre
donde el Orinoco remansa sus últimas corrientes
y desatemos los nudos
de un clamor contenido
o de un llanto deseado
en el eterno corazón del Delta.
Si el Orinoco llorara
yo sería su lágrima penúltima
y ustedes quizás un llanto deseado.
Selva del Orinoco1992
Blas Márquez Bernal, cmf
NAS MARGENS DO ORINOCO EM PORTUGUÉS