He bajado a la calle
y de pronto mis ojos se nublaron.
La luz recién amanecida
acariciaba con ternura
el rostro dolorido de los perfumes vanos.
Las calles sin contornos dibujan las esquinas.
Y todo me parece igual y semejante.
Me detengo en los bordes de esta luz incipiente
y no sucede nada.
Parece que la vida se desliza
sobre un asfalto de corales
borrando las preguntas.
Y no sucede nada.
De nuevo la rutina se amontona
en el contenedor de las agujas.
Manos en los bolsillos,
ojos sin rumbo,
voces sin eco
y todos los quebrantos amarillos.
Y no sucede nada.
Vuelvo a casa
y encima de la mesa
palabras oxidadas van tejiendo
un mantel amarillo
de golondrinas y despojos.
Y no sucede nada.
Ahora que ya no es posible
enderezar el árbol de los cálculos,
pongamos en remojo las caricias,
y las palabras buenas
en unas hojas verdes.
¿Y no sucede nada?
Blas Márquez,cmf