Esta semana propongo una película destinada a proporcionar dos horas de entretenimiento: una historia bien narrada (aunque le sobraría algún detalle menor), interpretaciones más que adecuadas, alguna sorpresa por el camino y, como no se podía esperar otra cosa de su director, alguna pincelada crítica sobre la clase política estadounidense particularmente la de nivel medio que rige las grandes ciudades, Chicago en este caso, sin que esto último ocupe demasiado espacio en la narración y solo contribuya a justificar algún giro de guion.
El comienzo de la historia es atrayente. Unos atracadores fracasan en su intento de huir de la policía que va tras ellos y terminan muriendo en una explosión que incendia el vehículo en el que querían escapar. Sus viudas, presionadas por las cuentas pendientes que sus difuntos esposos les han dejado, deciden retomar la deriva delictiva de éstos y se embarcan en la preparación de un atraco que les ayudará a solucionar sus problemas.
No hay en Viudas ninguna pretensión de reflexión trascendente, sino solo el intento de acompañar a las protagonistas en su aventura. Y esto, viniendo del realizador que firmó Hunger (recreación de la huelga de hambre que acabó con la vida de varios miembros del IRA a finales de los años setenta del siglo pasado), o 12 años de esclavitud (más reciente y supongo que conocida peripecia de un hombre negro esclavizado a su pesar durante los años del título) puede resultar extraño. Podría parecer que Steve McQueen (ése es su nombre) solo propone historias de enjundia y reflexión. Tal vez Viudas es un paréntesis en su filmografía, considerando que lo último que ha ofrecido es un conjunto de películas agrupadas bajo el título de Small Axe, que nos acerca a la vida cotidiana, y no siempre agradecida, de la población negra en el Reino Unido.
Buena parte de las bondades de esta película recae en las actrices que interpretan a sus protagonistas. Viola Davis, viuda del jefe de la banda, es la que toma la iniciativa para poner en marcha el atraco previsto, movida por las anotaciones que su difunto marido le dejó en un cuaderno repleto de claves e indicaciones. Elizabeth Debicki aporta su mirada inocente y la urgencia de aprender a desenvolverse en un mundo que le era ajeno hasta que no tiene más remedio que implicarse en él. Michelle Rodríguez aporta la mirada maternal de quien se ve obligada a pelear por su familia y su vida que la muerte de su marido ha vuelto patas arriba. Todas aportan credibilidad a sus papeles y nos ayudan a sintonizar con sus preocupaciones. Junto a ellas no desentonan algunos personajes secundarios (entre los que hay que destacar a Robert Duvall, en un papel nada agradecido y muchas veces visto) que aportan presión para las noveles atracadoras. Que la disfrutéis.
Antonio Venceslá Toro, cmf