Vigésima tercera «gota»: La Paloma

San Antonio Mª Claret en el nº 351 de la Autobiografía, dentro del capítulo XXIII sobre la humildad, cita un opúsculo que escribió para hacer el examen particular sobre dicha virtud. El nombre del librito es otra evocadora imagen: “La Paloma”. El santo español se inspira en aquel verso del Cantar de los Cantares que dirige el Amado a la amada: “Ábreme, paloma mía” (Cant 5,2).

                “La paloma” es el alma que aspira a la perfección (cf. Mt 5,48). Dios sería como el aire que la envuelve; por eso podemos estar en su presencia. “En Dios vivimos, nos movemos y existimos” (Hch 17,28). Dios, en la persona que aspira a la santidad, tiene un carácter amoroso y envolvente. Andar en la presencia de Dios quiere decir que todas las cosas nos conduzcan a Él. Esto se consigue cuando ponemos todos nuestros sentidos en el presente. Generalmente con el pensamiento estamos huyendo del presente al pasado o al futuro, y a Dios no se le encuentra ni en el pasado ni en el futuro, a Dios se le encuentra en el aquí y ahora. Cada instante presente tiene semillas de eternidad; por eso San Juan XXIII tenía por lema “vivir el momento presente con intensidad colmándolo de amor”.

                Este camino se hace sintiendo más y pensando menos. El pensamiento lo tenemos para resolver problemas, fuera de este fin el pensamiento en un hábil escapista de la presencia de Dios y con bastante frecuencia nuestro peor maltratador. Estamos continuamente hablando con nosotros mismos, y de ese diálogo interno surgen nuestras dudas, temores, envidias, autodesprecios… La mente es una “plaga de grillos” que nos aturde con un mundo irreal que nos hemos creado. Estas son nuestras “fantasías”, que tiene la misma raíz latina que “fantasma”. Cuando el Señor nos dice que para la oración no seamos muy habladores (cf. Mt 6,7) quiere evitar esto: nuestras fantasías, es decir, nuestra huida de la presencia de Dios.

                Todo cambia si nos ejercitamos más en sentir. El problema es que nuestros sentidos están estragados; el ruido los tiene adormecidos y aletargados. Tenemos que despertar nuestros sentidos para disfrutar de la vida que nos regala Dios en cada instante. El cuerpo es un magnífico canal, si lo sabemos utilizar, para unir el alma (la paloma) con Dios.

                ¡Ánimo!, pon atención en cada cosa que hagas y disfruta de la vida, porque solo así estarás en la presencia de Dios.

Juan Antonio Lamarca, cmf.

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