¡Qué hermosa el agua por la piel mojada
de la primera lluvia! ¡Qué secretos
espacios definidos! ¡Qué alfabetos
de luz, beso y panal en la mirada!
Es invierno y la tarde es una espada
blanda en el ojo azul de los abetos.
No acierto a embriagar estos sonetos
del vino dulce de esta luz dorada.
Van pasando las horas sin medida.
Una leve aridez de estar viviendo
empaña de tristeza la bebida.
El vaso se ha quebrado entre mis manos.
Y un aroma de lunas va tejiendo
esta escritura de perfumes vanos.
Blas Márquez Bernal, cmf