Una Voz que me dice… Mt 28, 16-20

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«Una voz que me dice…»

(S. A. Mª. Claret. Autobiografía 114)

PRÁCTICA DE LA LECTIO DIVINA EN GRUPO

27 de Mayo de 2018: VIII Domingo Tiempo Ordinario – Stma. Trinidad

Disposición espiritual.

Haz silencio, exterior e interior. Invoca al Espíritu Santo con esta u otra oración: ¡Oh Señor Jesús!; te pido la alegría de comprender puramente tus palabras, inspiradas por tu Santo Espíritu. Amén.

Texto: Mt 28, 16-20

1. Lectura (lectio). Lo que el texto dice

Lee y relee tranquila y detenidamente este pasaje bíblico fijándote bien en todos los detalles. Descubre sus recursos literarios, las acciones, los verbos, los sujetos, el ambiente descrito, su mensaje. Tras un momento de silencio descubrimos juntos qué dice el texto.

El último encuentro entre Jesús y sus discípulos revisteiste, según el evangelio de Mateo, una importancia muy especial. La iniciativa de esta cita parte de Jesús, que se reune con los suyos en el lugar en el que los había convocado previamente (Mt 28,7.10).

Galilea es el lugar donde Jesús llamó por primera vez a sus discípulos (Mt 4,18-22) y desarrolló con ellos gran parte de su misión. Por otro lado, la mención del monte recuerda aquel momento fundamental de la historia de salvación en el que Dios congregó a su pueblo en el Sinaí. Con estas dos alusiones, el evangelista indica que nos encontramos en un momento decisivo. Se trata de lnacimiento de la Iglesia, pueblo nuevo, nacido tras la Pascua convocado por la autoridad de Cristo resucitado y llamado a continuar la misión de su Señor.

Para entender el alcance de las palabras con las que Jesús envía a sus apóstoles tras la Pascua es necesario recordar que, durante su vida terrena, su misión había que dado limitada a «las ovejas perdidas de Israel» (según se afirma en Mt 10,5-6). Ahora, en cambio, son enviados «a todos los pueblos». El fuerte contraste entre aquel particularismo y la universalidad de este encargo final pone de manifiesto la inauguración de una realidad totalmente nueva. Esa novedad se manifiesta también en el modo en el que los apóstoles reaccionan ante el Resucitado.

Mateo subraya fuertemente la transformación interior que el encuentro con el Resucitado opera en los discípulos, que antes «habían dudado» pero ahora «adoran» al Señor. Este cambio revela la actitud de fe con la que ellos acogen esta experiencia y la mentalidad renovada con la que se disponen a obedecer el mandato de Jesús. Sin esta transformación, la misión universal que se les encarga hubiese resultado frustrada.

Pero volvamos a las palabras de Jesús para profundizar un poco más sobre su contenido. Os daréis cuenta de que el objetivo del envío misionero es «hacer discípulos», lo cual no se ha de entender en un sentido proselitista. Lo que Jesús quiere es ofrecer a todos la oportunidad de establecer con él esa relación única de intimidad y seguimiento que caracteriza la vida cristiana y que puede dar plenitud a la existencia humana. Y para ello se establecen dos medios: el bautismo y la enseñanza. En cuanto a lo segundo, los discípulos son enviados a transmitir lo mismo que han aprendido de Jesús. Y esto debe entenderse no tanto como doctrina teórica, sino como algo que se ha de «poner por obra». En cuanto al bautismo se subraya que es una «consagración», es decir, una estrecha vinculación al Dios que se ha manifestado como Trinidad, al Dios Comunidad, al Dios Amor, al Dios de Jesús.

Las últimas palabras del Resucitado son sumamente consoladoras. La resurrección no aleja a Jesús de los suyos, sino que inaugura un nuevo modo de estar con ellos. Aunque desde el momento de la encarnación el evangelista lo ha presentado como el Emmanuel (Mt 1,23), es ahora, gracias a la resurrección, cuando los discípulos podrán entender de verdad que Jesús es «Dios-con-nosotros». Sin esa presencia permanente -«hasta el final de este mundo»-, que no es física pero sí absolutamente real y que sólo puede entenderse desde la comunión trinitaria, la Iglesia se sentiría impotente para llevar a cabo la misión encomendada.

2. Meditación (meditatio). Lo que el texto me dice

Permite que lo leído baje hasta el corazón y encuentre en él un centro de acogida donde pueda resonar con todas las vibraciones posibles. Es Dios mismo quien te atrae y te habla al corazón. Se trata de una “rumia” -ruminatio- que va haciendo que la Palabra vaya calando dentro, hasta quedar del todo hecha carne propia. Déjate seducir por la Palabra. Sigue sus hondos impulsos. Quédate con algún verso o frase.

A veces, el misterio de la Santísima Trinidad ha podido ser presentado como una especie de «embrollo teológico» indescifrable, sólo apto para mentes especialmente doctas e iluminadas. Pero no es la elucubración intelectual, sino la experiencia vital de la fe la que nos permite «entenderlo». Que Dios, siendo uno, sea a la vez una comunidad de amor entre tres personas, tiene consecuencias muy claras a la hora de comprender lo que significa ser y actuar como cristianos. Sumergidos en ese misterio desde el día de nuestro bautismo, estamos llamados a ser hijos como lo fue Jesús, el Hijo, y movidos por su Espíritu atrevernos como él a ver en Dios a un Padre. Sólo así podremos construir un mundo de hermanos, donde nuestras relaciones estén fundadas -como las de la Trinidad- en el amor.

El dogma de la Trinidad puede parecer fruto de elucubraciones teológicas puramente teóricas, pero implica un modo muy concreto de ver a Dios y de relacionarse con él. ¿Has pensado alguna vez en ello? ¿Cómo te ayuda la fiesta de hoy a profundizar en el misterio de Dios? ¿En qué sentido te ayuda a plantear tu relación con él?

«Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días hasta el final de este mundo». ¿Qué sentimientos provoca en ti esta promesa de Jesús? ¿De qué modo te anima a seguir construyendo el Reino cuando te desmoralizas o desanimas?

3. Oración (oratio). Lo que yo digo a Dios y lo que Dios me dice a partir del texto.

Habla ahora a Dios. La oración es la respuesta a las sugerencias e inspiraciones, al mensaje que Dios te ha dirigido en su Palabra. Haz silencio dentro de ti y acoge las palabras de Jesús en tu corazón. Ora con sinceridad con confianza. Orar es permitir que la Palabra, acogida en el corazón, se exprese con los sentimientos que ella misma suscita: acción de gracias, alabanza, adoración, súplica, arrepentimiento… Es el momento de la celebración personal y comunitaria. Sobre todo, deja hablar a Dios nuestro Padre. Practicando estas palabras, terminarás por transformarte en El

La oración cristiana es un acto de fe en la Trinidad. Unidos a Jesús y movidos por la fuerza del Espíritu que ora en nosotros, nos dirigimos al Padre con confianza.

Compartimos nuestra ORACIÓN inspirados en lo que la lectura de la Palabra sugiera en nosotros.

ALABARE ALABARE ALABARE ALABARE
ALABARE A MI SEÑOR
TÚ nos has creado por amor
te alabamos, te bendecimos
y todos cantamos en tu honor
Todos unidos, juntos cantemos
glorias y alabanzas al señor
gloria al Padre, Gloria al Hijo

y Gloria al Espiritu de Amor

4. Acción misionera (actio). Hágase en mi según tu palabra

Todo encuentro con el Señor de la vida, presente en su Palabra, culmina en la misión. Hay que cumplir la Palabra, para no ser condenado por ella. La Palabra, si se ha hecho con sinceridad los pasos anteriores, posee luz suficiente para iluminar nuestra vida, y fuerza para ser llevada a la práctica. El fruto esencial de la Palabra es la caridad. Deberíamos acabar pronunciando las palabras de la entrega misionera del profeta ante el Señor, que pide nuestra colaboración : “Aquí estoy, envíame” (Is 6,8). María, tras escuchar la Palabra y darle su aceptación, se puso en camino (Lc 1,39).

«Poneos, pues, en camino, haced discípulos a todos los pueblos…». ¿Qué te sugieren estas palabras en este momento de tu vida? ¿A qué te comprometen?

«…Y bautizadlos para consagrarlos al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo». ¿Qué significa para ti haber sido bauíizado en el nombre de la Santísima Trinidad? ¿Cómo te ayuda a entender tu misión como cristiano/a en este mundo?

 

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