Una Voz que me dice… Mt 25, 1-13

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«Una voz que me dice…»

(S. A. Mª. Claret. Autobiografía 114)

PRÁCTICA DE LA LECTIO DIVINA EN GRUPO

12 de Noviembre de 2017: XXXII DOMINGO TIEMPO ORDINARIO

Disposición espiritual.

Haz silencio, exterior e interior. Invoca al Espíritu Santo con esta u otra oración: ¡Oh Señor Jesús!; te pido la alegría de comprender puramente tus palabras, inspiradas por tu Santo Espíritu. Amén.

Texto: Mt 25, 1-13

1. Lectura (lectio). Lo que el texto dice

Lee y relee tranquila y detenidamente este pasaje bíblico fijándote bien en todos los detalles. Descubre sus recursos literarios, las acciones, los verbos, los sujetos, el ambiente descrito, su mensaje. Tras un momento de silencio descubrimos juntos qué dice el texto.

La parábola es presentada en la introducción como parábola del Reino de los Cielos, con lo que ya enseguida, al comenzar el contexto del discurso escatológico y el tema de la boda aluden a que aborda el aspecto final de ese Reino de los Cielos. Para que esta parábola sea interpretada corresctamente es necesario distinguir dos niveles temporales. Es probable que Jesús contase esta historia con una intención algo diferente a la que luego tuvo Mateo cuando la recogió en su evangelio. Jesús se preocupaba para que sus discípulos acogieran el Reino de los Cielos que llegaba con su persona con la misma alegría con la que se celebran unos esponsales. Por eso les invita a no perderse ese tiempo de gracia. El evangelista, en cambio, se dirige a una comunidad que aguardaba el retorno de Cristo, pero cuyo retraso provocaba en ella síntomas de cansancio, apatía y rutina. Para ella echó mano de la parábola original y la adaptó según intereses, convirtiéndola en una alegoría donde cada detalle parece tener un significado simbólico. Por otro lado, no es ésta la única vez que Mateo utiliza la imagen del banquete de bodas (Mt 22,2-14), un símil que en la Biblia suele evocar el tiempo de la salvación mesiánica.

En la parábola destaca el dato de que la puerta se cierra e impide entrar al convite a una parte de los invi tados, algo totalmente impensable en una cultura donde un festejo de este tipo suponía la participación de toda la comunidad. Es en este detalle donde advertimos que esta historia habla de «otra cosa» e invita a reflexionar sobre la realidad significada en esa «boda» cuya entrada se veta a quien no está preparado.

Los protagonistas de un casamiento son siempre quienes se comprometen en matrimonio. En cambio, aquí se pone atención en los personajes secundarios, en las amigas de la novia que aguardan al novio. Son diez muchachas divididas en dos grupos y calificadas como “necias» y «sensatas». La insensatez de las necias se concreta en no haberse provisto de aceite para alimentar sus antorchas cuando llega el novio en un momento no esperado. El diálogo final entre las muchachas descuidadas y el novio tiene una gran importancia.

El final de nuestra parábola presenta una interesante semejanza con la conclusión del sermón del monte. Allí son llamados «sensatos» quienes escuchan la Palabra de Jesús y la ponen en práctica, mientras que los «necios» demuestran la actitud contraria (Mt 7,24-27). Por eso no basta decir «Señor, señor», como gritaban aquellas muchachas descuidadas a la puerta de la sala nupcial. Para poder entrar en las bodas del Reino es preciso hacer lo que Dios quiere (Mt 7,21-23). La práctica del amor es, por tanto, ese «aceite» que no puede faltar a quienes desean estar «con él» (v. 10). Los otros deberán escuchar ese tremendo «no os conozco» que sanciona la expulsión vergonzosa de los que, a causa de su negligencia, llegan demasiado «tarde» (v. 11). El versículo final (v. 13) suena a «moraleja» y resume el mensaje de la parábola.

Ante una comunidad desconcertada por el retraso de la venida de Cristo, el Esposo (Mt 9,15), es necesario volver a insistir en que nadie conoce el «cuándo» de su regreso (Mt 24,36). Por tanto, la única actitud acertada ante la demora de la «parusía» es disponerse a ella mediante la vigilancia activa, dispuesta, que no cesa a pesar de la dilación. Al discípulo no le basta esperar al Señor que viene. Tiene que estar preparado. Y eso no se improvisa a última hora ni se puede «prestar». La negativa de las jóvenes previsoras a compartir su aceite podría parecer un gesto de egoísmo, pero es un detalle narrativo que nos recuerda que actuar «sensatamente» mientras el Señor vuelve es una actitud personal e intransferible. No se puede cumplir la voluntad de Dios en lugar de otro. Nadie puede amar por ti. Y nadie se puede confiar en que ya se ha procurado lo necesario para el final de los tiempos. El consejo de que vayan a comprar aceite subraya que las vírgenes prudentes no se niegan con mala intención.

2. Meditación (meditatio). Lo que el texto me dice

Permite que lo leído baje hasta el corazón y encuentre en él un centro de acogida donde pueda resonar con todas las vibraciones posibles. Es Dios mismo quien te atrae y te habla al corazón. Se trata de una “rumia” -ruminatio- que va haciendo que la Palabra vaya calando dentro, hasta quedar del todo hecha carne propia. Déjate seducir por la Palabra. Sigue sus hondos impulsos. Quédate con algún verso o frase.

La última venida de Cristo no debe quitarnos el sueño ni crearnos ansiedad, pero nos invita a estar preparados para un encuentro que, en todo caso, tendrá lugar a la hora de la muerte. Vivir el presente con responsabilidad, traduciendo en obras de amor la fe y la esperanza que nos animan, es la actitud verdaderamente sensata del que mantiene su lámpara siempre encendida.

Ya está aquí el esposo…”¿Qué rasgos del rostro de Cristo ves más destacados en este pasaje? ¿Qué sentimientos te provoca el descubrirlos?

…nuestras lámparas se apagan”:¿Qué aceite necesitarías en este momento de tu vida para que no se apague la lámpara de tu fe? ¿En qué actitudes lo concretarías?

Las que estaban preparadas entraron con él a la boda”:¿En qué sentido aviva tu esperanza la lectura de esta parábola de Jesús? ¿Qué te aporta comparar el Reino que llega con una fiesta de bodas?

3. Oración (oratio). Lo que yo digo a Dios y lo que Dios me dice a partir del texto.

Habla ahora a Dios. La oración es la respuesta a las sugerencias e inspiraciones, al mensaje que Dios te ha dirigido en su Palabra. Haz silencio dentro de ti y acoge las palabras de Jesús en tu corazón. Ora con sinceridad con confianza. Orar es permitir que la Palabra, acogida en el corazón, se exprese con los sentimientos que ella misma suscita: acción de gracias, alabanza, adoración, súplica, arrepentimiento… Es el momento de la celebración personal y comunitaria. Sobre todo, deja hablar a Dios nuestro Padre. Practicando estas palabras, terminarás por transformarte en El

La oración nos ayuda a mantener encendida la lámpara de nuestra fe. Para ambientar este momento de plegaria colocamos diez velas -cinco apagadas y cinco encendidas- en medio de la sala. Junto a ellas ponemos también un cartel con esta frase: “Salid a su encuentro”.

Oramos espóntaneamente compartiendo nuestra ORACIÓN con los demás miembros del grupo.

Recitamos:

Pon aceite en mi lámpara Señor, que yo quiero servirte con amor, pon aceite en mi lámpara Señor.

Señor Jesús eres mi vida, Señor Jesús eres mi amor, salvaste mi alma perdida, por eso te alabo con el corazón.

4. Acción misionera (actio). Hágase en mi según tu palabra

Todo encuentro con el Señor de la vida, presente en su Palabra, culmina en la misión. Hay que cumplir la Palabra, para no ser condenado por ella. La Palabra, si se ha hecho con sinceridad los pasos anteriores, posee luz suficiente para iluminar nuestra vida, y fuerza para ser llevada a la práctica. El fruto esencial de la Palabra es la caridad. Deberíamos acabar pronunciando las palabras de la entrega misionera del profeta ante el Señor, que pide nuestra colaboración : “Aquí estoy, envíame” (Is 6,8). María, tras escuchar la Palabra y darle su aceptación, se puso en camino (Lc 1,39).

…salid a su encuentro”: ¿Qué aspecto de esta historia te resulta más aplicable a tu compromiso cristiano?

…y prepararón sus lámparas”: ¿Cómo entiendes tú la necesidad estar siempre preparados de la que habla la parábola ¿Cómo expresarlo personal y comunitariamente?

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