Una Voz que me dice… Mt 22, 15-21

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«Una voz que me dice…»

(S. A. Mª. Claret. Autobiografía 114)

PRÁCTICA DE LA LECTIO DIVINA EN GRUPO

22 de Octubre de 2017: XXIX DOMINGO TIEMPO ORDINARIO

Disposición espiritual.

Haz silencio, exterior e interior. Invoca al Espíritu Santo con esta u otra oración: ¡Oh Señor Jesús!; te pido la alegría de comprender puramente tus palabras, inspiradas por tu Santo Espíritu. Amén.

Texto: Mt 22, 15-21

1. Lectura (lectio). Lo que el texto dice

Lee y relee tranquila y detenidamente este pasaje bíblico fijándote bien en todos los detalles. Descubre sus recursos literarios, las acciones, los verbos, los sujetos, el ambiente descrito, su mensaje. Tras un momento de silencio descubrimos juntos qué dice el texto.

Hoy leemos el primero de los episodios de la trama que urden los dirigentes judíos para quitar de en medio a Jesús. Los fariseos que han escuchado las parábolas de Jesús saben que se refieren a ellos. Se han visto identificados en el hijo que dijo sí a su padre, pero luego no fue a trabajar en su campo; en los viñadores malvados que tuvieron la osadía de matar al hijo; y en los invitados al banquete de bodas que rechazaron la invitación. Por eso buscan un pretexto para acusar a Jesús. Lo hacen a través de tres controversias. Se dirigen a Jesús llamándole «Maestro». Es un apelativo que en el evangelio de Mateo sólo aparece en boca de quienes no saben quién es en realidad. Los que le conocen, como los discípulos, le llaman «Señor».

Al dirigirse a Jesús La primera pregunta se refiere a la obligación de pagar tributos al emperador. Era una cuestión muy discutida, pues el pago de dicho impuesto era el signo más evidente de la dominación romana. Los partidarios de Herodes y el alto clero estaban a favor del impuesto, porque se beneficiaban de él. Los grupos revolucionarios, sin embargo, consideraban este tributo una ofensa a Dios único soberano de Israel. Por lo tanto, ningún poder en la tierra es digno del culto que a él sólo hay que ofrecer. Los fariseos no se oponían tan violentamente, pero estaban cerca de los grupos revolucionarios. La pregunta era complicada. Cualquier respuesta podía ser comprometida para Jesús: si estaba a favor de pagar el impuesto, los fariseos podían acusarlo de colaboracionista e impío; pero si estaba en contra, los partidarios de Herodes podían acusarlo de revolucionario y enemigo del emperador.

La respuesta de Jesús es desconcertante, porque sitúa la situación a un nivel más profundo. Para él lo importante es que el hombre reconozca a Dios como único Señor, pues es en el hombre donde Dios ha deja do inscrita su imagen según el relato del Génesis. Al emperador le pertenencen las monedas del impuesto, que llevan su imagen, pero sólo a Dios debe someterse el hombre como a Señor absoluto. La respuesta de Jesús no propugna una especie de reparto equitativo entre el poder político y el religioso. Esta es una problemática que apareció después, sobre todo en la Edad Media, cuando se leyó este texto desde unas circunstancias muy diversas a las que se daban en tiempos de Jesús. Lo que Jesús hace es situar al hombre ante Dios como su único Señor. Todo lo demás debe se relativizado, también la sumisión al poder político.

2. Meditación (meditatio). Lo que el texto me dice

Permite que lo leído baje hasta el corazón y encuentre en él un centro de acogida donde pueda resonar con todas las vibraciones posibles. Es Dios mismo quien te atrae y te habla al corazón. Se trata de una “rumia” -ruminatio- que va haciendo que la Palabra vaya calando dentro, hasta quedar del todo hecha carne propia. Déjate seducir por la Palabra. Sigue sus hondos impulsos. Quédate con algún verso o frase.

Jesús sale airoso de este primer intento de acorralarle. Y él es quien acorrala a los fariseos llamándoles la atención acerca de su manera de comprender su relación con Dios. También para nosotros las palabras de Jesús son un toque de atención. Hoy nos obligan a reflexionar acerca del Reinado de Dios y su señorío sobre la historia y sobre nuestras vidas.

“Dad a Dios lo que es de Dios”: ¿Cómo es el Dios del que nos habla el evangelio de hoy? ¿Cuál sería su principal exigencia?

En lo que respecta a nuestra relación con Dios, ¿en qué cosas concretas se puede ver que le reconocemos como nuestro único Señor?

Como cristianos, confesamos que nuestra vida está sostenida por las buenas manos de quien es nuestro único Señor. ¿Cómo ilumina este pasaje nuestra esperanza cristiana?

3. Oración (oratio). Lo que yo digo a Dios y lo que Dios me dice a partir del texto.

Habla ahora a Dios. La oración es la respuesta a las sugerencias e inspiraciones, al mensaje que Dios te ha dirigido en su Palabra. Haz silencio dentro de ti y acoge las palabras de Jesús en tu corazón. Ora con sinceridad con confianza. Orar es permitir que la Palabra, acogida en el corazón, se exprese con los sentimientos que ella misma suscita: acción de gracias, alabanza, adoración, súplica, arrepentimiento… Es el momento de la celebración personal y comunitaria. Sobre todo, deja hablar a Dios nuestro Padre. Practicando estas palabras, terminarás por transformarte en El

Somos imagen de Dios. Nos ha marcado con su sello y somos suyos. Por eso no tenemos ningún ídolo y afirmamos el señorío de Dios sobre nuestras vidas. Le damos gracias a Dios porque se ha fijado en nosotros y le pedimos perdón por las veces que ofrecemos incienso en otros altares.

Oramos espóntaneamente y compartimos nuestra ORACIÓN…

Cantamos juntos: TU ERES EL DIOS QUE NOS SALVA

Tú eres el Dios que nos salva,

la luz que nos ilumina,

la mano que nos sostiene

el techo que nos cobija.

/Te damos gracias Señor,

te damos gracias Señor./ (bis)

Te damos gracias Señor

porque has depuesto la ira

y has detenido ante el pueblo

la mano que los castiga.

Y sacaremos con gozo

del manantial de la vida,

las aguas que dan al hombre

la fuerza que resucita.

Entonces proclamaremos

cantadle con alegría,

el nombre de Dios es agradable

su caridad infinita.

Que alabe al Señor la tierra.

Cantadle sus maravillas

que grande en medio del pueblo

el Dios que nos justifica.

4. Acción misionera (actio). Hágase en mi según tu palabra

Todo encuentro con el Señor de la vida, presente en su Palabra, culmina en la misión. Hay que cumplir la Palabra, para no ser condenado por ella. La Palabra, si se ha hecho con sinceridad los pasos anteriores, posee luz suficiente para iluminar nuestra vida, y fuerza para ser llevada a la práctica. El fruto esencial de la Palabra es la caridad. Deberíamos acabar pronunciando las palabras de la entrega misionera del profeta ante el Señor, que pide nuestra colaboración : “Aquí estoy, envíame” (Is 6,8). María, tras escuchar la Palabra y darle su aceptación, se puso en camino (Lc 1,39).

“De quién es esta imagen”: En nuestro día a día, muchas imágenes van marcándonos. ¿Qué imágenes están impresas en nuestra vida? ¿Quiénes son nuestros otros señores?

Con frecuencia usamos la expresión «es la viva imagen de sus padres». ¿Qué hemos de trabajar en nuestra vida para que los que nos rodean puedan ver en nosotros la «viva imagen de nuestro Padre Dios»?

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