Una Voz que me dice… Mt 21, 28-32

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«Una voz que me dice…»

(S. A. Mª. Claret. Autobiografía 114)

PRÁCTICA DE LA LECTIO DIVINA EN GRUPO

01 de Octubre de 2017: XXVI DOMINGO TIEMPO ORDINARIO

Disposición espiritual.

Haz silencio, exterior e interior. Invoca al Espíritu Santo con esta u otra oración: ¡Oh Señor Jesús!; te pido la alegría de comprender puramente tus palabras, inspiradas por tu Santo Espíritu. Amén.

Texto: Mt 21, 28-32

1. Lectura (lectio). Lo que el texto dice

Lee y relee tranquila y detenidamente este pasaje bíblico fijándote bien en todos los detalles. Descubre sus recursos literarios, las acciones, los verbos, los sujetos, el ambiente descrito, su mensaje. Tras un momento de silencio descubrimos juntos qué dice el texto.

Jesús cuenta esta parábola, (que es exclusiva de Mateo), en el templo. El contexto es de claro rechazo de los dirigentes judíos hacia Jesús, que desembocará en su pasión y muerte. La pregunta introductoria se dirige a los sumos sacerdotes y a los ancianos, que habian venido a interrogarle sobre su autoridad. Pero, en última instancia, Mateo con esta parábola se está dirigiendo también a los lectores de su comunidad y a los de hoy.

Cuenta dos veces la misma acción de un padre con sus dos hijos, a quienes les pide que vayan a trabajar en su viña. Mientras que el primero se niega luego, arrepintiéndose, va a la viña, el segundo promete enseguida ir a trabajar, pero no va. En el contexto social de la época, llevar la contraria a un padre, especialmente en público, constituía una afrenta muy grave contra su honor. En este sentido, el hijo que dice que sí, aunque luego no vaya, al menos salva las apariencias, y el juicio que recaería sobre él probablemente no sería muy severo. La pregunta final es más concisa: ¿quién hace la voluntad del padre? La respuesta es clara: el que va a la viña, aunque antes se hubiera negado a ello. Hasta aquí, no hay dudasobre la enseñanza de la parábola: con Dios, representado por el padre, lo que cuenta es el cumplimiento de su voluntad. No vale lo que los hijos dicen, sino lo que hacen. A continuación, Jesús reinterpreta la parábola a la luz de la situación de hostilidad que está sufriendo.

Las palabras finales de Jesús tienen como protagonistas a los publícanos y a las prostitutas, cuya actitud se contrapone a la de los sacerdotes y ancianos de los judíos. Los recaudadores y las prostitutas estarían representados por el primero de los hijos: inicialmente dijeron no a Dios, al negarse a vivir según los mandamientos, y fueron social y religiosamente proscritos por ello; pero en realidad han sido capaces de acoger la invitación de Juan Bautista y han cumplido la voluntad del Padre. Por el contrario, los dirigentes judíos, asimilados por Jesús al segundo de los hijos de la parábola, dijeron sí a Dios aceptando la ley de Moisés, lo que les hace irreprochables ante el pueblo. Pero en realidad, al no acoger el camino de la salvación que traía Juan, no cumplieron la voluntad de Dios.

Lo verdaderamente importante para entrar en el Reino de Dios es cumplir la voluntad del Padre. Jesús responde así una vez más a quienes le acusaban de ser cercano a los marginados de la sociedad, recaudadores de impuestos, prostitutas, pecadores… Las normas sociales que declaraban a alguien proscrito son cosa del pasado; ahora, la única norma vigente para el discípulo de Cristo es la realización de la voluntad de Dios. En la comunidad de Mateo estas palabras dieron luz a la situación que estaba viviendo: por una parte, los dirigentes judíos no aceptaban el evangelio de Jesús y rechazaban abiertamente a los cristianos, que le reconocían como enviado del Padre, y, por otra, los paganos eran quienes acogían la Buena Noticia del Evangelio.

2. Meditación (meditatio). Lo que el texto me dice

Permite que lo leído baje hasta el corazón y encuentre en él un centro de acogida donde pueda resonar con todas las vibraciones posibles. Es Dios mismo quien te atrae y te habla al corazón. Se trata de una “rumia” -ruminatio- que va haciendo que la Palabra vaya calando dentro, hasta quedar del todo hecha carne propia. Déjate seducir por la Palabra. Sigue sus hondos impulsos. Quédate con algún verso o frase.

Los lectores tienen que preguntarse si ellos mismos cumplen realmente la voluntad de Dios o si, como en el caso del segundo hijo, lo suyo es una mera confesión devota de labios hacia fuera: No todo el que me dice “¡Señor, señor!” entrará en el Reino de los Cielos, sino el que haga la voluntad de mi Padre, que está en los cielos” (Mt 7,21). La invitación del padre para ir a trabajar a su viña nos mueve también a nosotros, a meditar sobre nuestra respuesta en el ámbito personal y comunitario.

«¿Cuál de los dos cumplió la voluntad de su padre?»: ¿Qué significa en mi vida cumplir la voluntad del Padre?

Ve a trabajar hoy en la viña”: ¿Cómo es el rostro de Dios que nos propone el evangelio?

Entrarán antes que vosotros en el Reino de Dios”: ¿Qué mensaje de esperanza encuentro en el pasaje del evangelio que hemos leído? ¿Quiénes tendrían hoy preferencia para entrar en el Reino de Dios?

3. Oración (oratio). Lo que yo digo a Dios y lo que Dios me dice a partir del texto.

Habla ahora a Dios. La oración es la respuesta a las sugerencias e inspiraciones, al mensaje que Dios te ha dirigido en su Palabra. Haz silencio dentro de ti y acoge las palabras de Jesús en tu corazón. Ora con sinceridad con confianza. Orar es permitir que la Palabra, acogida en el corazón, se exprese con los sentimientos que ella misma suscita: acción de gracias, alabanza, adoración, súplica, arrepentimiento… Es el momento de la celebración personal y comunitaria. Sobre todo, deja hablar a Dios nuestro Padre. Practicando estas palabras, terminarás por transformarte en El

Una vez más, el Señor nos invita a seguir el camino de la salvación, a convertirnos, a ser coherentes y testimoniar ante el mundo con nuestra vida que merece la pena creer en su promesa. Por ello le damos gracias y juntos le pedimos que nos dé fuerza para trabajar en su viña siguiendo el ejemplo de su hijo, Jesús.

Oramos espóntaneamente y compartimos nuestra ORACIÓN…

Recitamos juntos el SALMO (24) que propone la liturgia de este domingo:

Señor, enséñame tus caminos, / instrúyeme en tus sendas: / haz que camine con lealtad; / enséñame, porque tú eres mi Dios y Salvador, / y todo el día te estoy esperando.

Recuerda, Señor, que tu ternura / y tu misericordia son eternas; / no te acuerdes de los pecados / ni de las maldades de mi juventud; / acuérdate de mí con misericordia, / por tu bondad, Señor.

El Señor es bueno y es recto, / y enseña el camino a los pecadores; / hace caminar a los humildes con rectitud, / enseña su camino a los humildes. Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo. Amén.

4. Acción misionera (actio). Hágase en mi según tu palabra

Todo encuentro con el Señor de la vida, presente en su Palabra, culmina en la misión. Hay que cumplir la Palabra, para no ser condenado por ella. La Palabra, si se ha hecho con sinceridad los pasos anteriores, posee luz suficiente para iluminar nuestra vida, y fuerza para ser llevada a la práctica. El fruto esencial de la Palabra es la caridad. Deberíamos acabar pronunciando las palabras de la entrega misionera del profeta ante el Señor, que pide nuestra colaboración : “Aquí estoy, envíame” (Is 6,8). María, tras escuchar la Palabra y darle su aceptación, se puso en camino (Lc 1,39).

“Pero después se arrepintió y fue”: ¿Cuál es en este momento el punto central de mi compromiso cristiano? ¿Mi vida es coherente con la fe que proclamo de palabra?

Los publicanos y las prostitutas entrarán antes que vosotros…” ¿Desde qué criterios valoro a las personas? ¿Miro a la gente con los ojos de Dios o según los modelos vigentes en nuestra sociedad?

Miguel Maestre, cmf

 

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