Una Voz que me dice… Mt 20, 1-16

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«Una voz que me dice…”

(S. A. Mª. Claret. Autobiografía 114)

PRÁCTICA DE LA LECTIO DIVINA EN GRUPO

24 de Septiembre de 2017: XXV DOMINGO TIEMPO ORDINARIO

Disposición espiritual.

Haz silencio, exterior e interior. Invoca al Espíritu Santo con esta u otra oración: ¡Oh Señor Jesús!; te pido la alegría de comprender puramente tus palabras, inspiradas por tu Santo Espíritu. Amén.

Texto: Mt 20, 1-16

1. Lectura (lectio). Lo que el texto dice

Lee y relee tranquila y detenidamente este pasaje bíblico fijándote bien en todos los detalles. Descubre sus recursos literarios, las acciones, los verbos, los sujetos, el ambiente descrito, su mensaje. Tras un momento de silencio descubrimos juntos qué dice el texto.

Dios sigue llamando, invitando, a trabajar en su viña. Que al atardecer de cada jornada podamos decir, como san Pablo a los cristianos de Filipos, que para nosotros la vida es Cristo. Mateo ha colocado aquí esta parábola para completar la enseñanza anterior sobre la recompensa que espera a los que dejan todo para seguir a Jesús.

La escena de los jornaleros que esperan en las plazas a que el dueño o el arrendatario de los grandes latifundios los contrate para trabajar en sus campos no es un caso imaginario, sino que refleja bien la situación de Galilea en tiempos de Jesús. El grupo de los que debido a la presión fiscal o a las malas cosechas, han perdido las tierras que pertenecían a su familia y ahora dependen de la benevolencia de un patrón. El patrón (el dueño de la viña en la parábola) les ofrece trabajo y favores a cambio del servicio que le prestan. Jesús introduce en la historia dos elementos que captan inmediatamente la atención del auditorio. En primer lugar, el propietario sale cinco veces a lo largo del día, desde el amanecer hasta que va anocheciendo. Por insólito que parezca incluso al final de la jornada continúa contratando jornaleros aun a sabiendas de que su trabajo iba a rendir muy poco (estaba oscureciendo y todavía tenían que ir hasta la viña). En segundo lugar, con los contratados al amanecer sí que pacta el jornal en un denario, pero con los demás no se acuerda cantidad alguna: a unos se les dice que se les pagará lo justo y a los últimos se les envía a la viña sin hablar de esa cuestión. La expectación que crean estos hechos hace que los oyentes presten especial atención a los últimos jornaleros y a la paga que iban a recibir.

Sigue dentro de esta historia dos momentos sucesivos: el pago de los salarios y el diálogo entre el propietario y los trabajadores de la primera hora. La idea de que los últimos serán los primeros está en el centro del pasaje (Mt 20,8) y lo enmarca al principio y al final (Mt 19,30 y Mt 20,16). Siguiendo las órdenes del dueño, los primeros en cobrar son los que se incorporaron más tarde al trabajo. Además, todos los jornaleros recibieron la misma paga: un denario.

Viendo que los últimos recibían un denario, y aunque ésa era la cantidad que habían acordado con el propietario, los primeros en ser contratados pensaron en buena lógica que iban a cobrar más: habían trabajado todo el día bajo el sol. En la queja de estos trabajadores se manifiesta su sentido de la justicia: a más trabajo, más salario. La rotundidad de la respuesta del propietario deja las cosas claras. Primero, dos preguntas retóricas («¿no quedamos en un denario?», «¿no puedo hacer con lo mío lo que quiera?») señalan el derecho que asiste al propietario para actuar de ese modo. En segundo lugar, se expresa la razón última de su comportamiento («yo soy bueno»), que va más allá de la mera justicia y lógica humanas. Y por último, se apunta a que en la reclamación de los trabajadores puede haber algo de envidia encubierta.

Los cristianos a quienes Mateo dirige su evangelio entendieron que tras la parábola había una importante enseñanza para sus vidas. Aquellos que provenían del judaismo y que formaban el núcleo original de la comunidad de Mateo no debían sentirse superiores a los cristianos llegados del paganismo, que se incorporaron más tarde. Igualmente, entre los miembros de la comunidad no podían considerarse más importantes los que desempañaban una tarea de responsabilidad o quienes eran especialmente activos en la evangelización que aquellos otros «pequeños» que prestaban un servicio más discreto. Ahora nos corresponde a nosotros actualizar la parábola y leerla en el contexto de nuestra vida y de nuestra Iglesia.

2. Meditación (meditatio). Lo que el texto me dice

Permite que lo leído baje hasta el corazón y encuentre en él un centro de acogida donde pueda resonar con todas las vibraciones posibles. Es Dios mismo quien te atrae y te habla al corazón. Se trata de una “rumia” -ruminatio- que va haciendo que la Palabra vaya calando dentro, hasta quedar del todo hecha carne propia. Déjate seducir por la Palabra. Sigue sus hondos impulsos. Quédate con algún verso o frase.

Por el modo como se relata la parábola los lectores son conducidos a reencontrarse a si mismos en los primeros obreros, a deponer su antiguo modo de considerar las cosas y comenzar a ver y valorar; desde la perpestiva de Dios, con “buenos ojos”. Los “últimos obreros” representan, en especial, a las personas que los demás pasan por alto, que no son valoradas e incluso resultan despreciadas. El auténtico modelo en la parábola es el dueño de la viña, que simboliza a Dios, los lectores han de identificarse con él para reconocer no sólo teoricamente la actuación bondadosa de ese propietario de la viña, sino hacerla realidad en su vida. Si los lectores han comprendido el principio de bondad del Reino de los Cielos, deben actuar así, porque es así como el Reino de los Cielos resulta realmente perceptible.

“Id también vosotros a mi viña”: Dios llama una y otra vez a lo laargo de nuestra historia ¿A qué me llama Dios en este momento de mi vida? ¿Cómo voy a responder?

“¿No puedo hacer lo quiera con lo mio? Aunque la tentación es constante, no podemos relacionarnos con Dios en términos mercantilistas, intentado comprar la salvación. ¿Qué está prevaleciendo en mi relación con Dios? ¿Cómo puedo crecer en ese sentido?

Al atardecer… ¿Cómo ilumina el pasaje que hemos leído nuestra esperanza cristiana?

“Llama a los obreros y págales el jornal”: ¿Quién es el que «paga» al final de nuestra vida? ¿De qué depende el jornal?

3. Oración (oratio). Lo que yo digo a Dios y lo que Dios me dice a partir del texto.

Habla ahora a Dios. La oración es la respuesta a las sugerencias e inspiraciones, al mensaje que Dios te ha dirigido en su Palabra. Haz silencio dentro de ti y acoge las palabras de Jesús en tu corazón. Ora con sinceridad con confianza. Orar es permitir que la Palabra, acogida en el corazón, se exprese con los sentimientos que ella misma suscita: acción de gracias, alabanza, adoración, súplica, arrepentimiento… Es el momento de la celebración personal y comunitaria. Sobre todo, deja hablar a Dios nuestro Padre. Practicando estas palabras, terminarás por transformarte en El

En el Señor, que continúa llamándonos, todo es gracia. Por eso, la relación con Dios no se establece desde nuestros méritos, sino en base a su amor. En la oración le pedimos que nos ayude a responder a su llamada y le damos gracias por su bondad, que sobrepasa siempre nuestras expectativas.

Oramos espóntaneamente y compartimos nuestra ORACIÓN

Recitamos juntos el salmo que propone la liturgia de este domingo:SALMO RESPONSORIAL: 144:

Día tras día, te bendeciré, Dios mío,

y alabaré tu nombre por siempre jamás.

Grande es el Señor, merece toda alabanza,

su grandeza es incalculable, el Señor es bueno con todos,

es cariñoso con todas sus criaturas.

El Señor es justo en todos sus caminos,

es bondadoso en todas sus acciones;

cerca está el Señor de todos los que le invocan,

de los que le invocan sinceramente.

4. Acción misionera (actio). Hágase en mi según tu palabra

Todo encuentro con el Señor de la vida, presente en su Palabra, culmina en la misión. Hay que cumplir la Palabra, para no ser condenado por ella. La Palabra, si se ha hecho con sinceridad los pasos anteriores, posee luz suficiente para iluminar nuestra vida, y fuerza para ser llevada a la práctica. El fruto esencial de la Palabra es la caridad. Deberíamos acabar pronunciando las palabras de la entrega misionera del profeta ante el Señor, que pide nuestra colaboración : “Aquí estoy, envíame” (Is 6,8). María, tras escuchar la Palabra y darle su aceptación, se puso en camino (Lc 1,39).

“Así los últimos serán primeros, y los primeros últimos”: ¿Quiénes son los últimos en nuestra sociedad, en nuestra familia, en nuestra Iglesia…? ¿Qué estoy haciendo para que sean los primeros en mi vida?

Amigo, no te hago ninguna injusticia”: En el pasaje sobre sale el valor de la justicia (se paga el salario acordado) y el de la generosidad (se da más de lo esperado)¿Cómo están presentes los valores de justicia y generosidad en mi relación con los demás?

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