Una Voz que me dice… Mc 9, 30-37

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«Una voz que me dice…»

(S. A. Mª. Claret. Autobiografía 114)

PRÁCTICA DE LA LECTIO DIVINA EN GRUPO

23 de Septiembre de 2018: XXV Domingo Tiempo Ordinario

Disposición espiritual.

Haz silencio, exterior e interior.¡Es el Señor quien nos visita con su Palabra, para tratar amorosamente con nosotros, como un Padre con sus hijos! ¡También nos habla, mediante la palabra de los hermanos, para sentirnos Iglesia! Invoca al Espíritu Santo con toda sinceridad, con la certidumbre de ser escuchado. Que el Espíritu te ilumine, te fortifique, te guíe y te consuele. Revele y encarne en ti el gran misterio de Cristo, presente en su Palabra.

Oración: Señor Jesucristo, envía tu Espíritu Santo sobre nosotros y haznos comprender las Escrituras inspiradas por él; concédenos interpretarlas de manera digna para que saquemos provecho. Tú que vives y reinas con el Padre en la unidad del Espíritu Santo y eres Dios por los siglos de los siglos. Amén.

Texto: Mc 9, 30-37

1. Lectura (lectio). Lo que el texto dice

Lee y relee tranquila y detenidamente este pasaje bíblico fijándote bien en todos los detalles. Descubre sus recursos literarios, las acciones, los verbos, los sujetos, el ambiente descrito, su mensaje. Lee también lugares paralelos que cualquier Biblia te ofrece, ayúdate de algunos instrumentos exegéticos, algún diccionario bíblico etc. Tras un momento de silencio descubrimos juntos qué dice el texto.

Este nuevo anuncio de la pasión se relaciona, dentro de esta «sección del camino», con la afirmación que Pedro hacía en el evangelio del domingo pasado en nombre de todos los discípulos. De nuevo Jesús toma a parte a sus discípulos y los instruye. Su mismo camino de entrega es catequesis.

Jesús es el Mesías, pero Pedro no comprendía, como expresaba el evangelio del domingo pasado. A partir de este momento Jesús comienza a hablar con mayor claridad. Ahora ya no es Pedro solo, sino todos los discípulos quienes no comprenden. Pedro ansiaba un mesías político, los Doce ocupar un puesto importante en este Reino que Jesús quería instaurar.

De nuevo, ante un malentendido de los discípulos, una instrucción de Jesús sobre quién es el mayor en este Reino inaugurado por él. Es una instrucción con un gesto en el centro. Se trata de una revelación de la dignidad eminente del pequeño y de la grandeza del servidor. Jesús, que se manifiesta «mesías» por los caminos del sufrimiento, la muerte y la resurrección, trae consigo una inversión de los valores.

Los discípulos «no entendían lo que quería decir» Jesús. Es curioso y paradójico que la incomprensión lejos de ir desapareciendo, aumenta conforme se va desvelando el verdadero rostro del Mesías-Jesús. Culminará con el abandono en los días de la pasión. ¿Por qué no entienden los discípulos? Cuanto más escuchan menos entienden, cuanto más avanzan con Jesús menos le siguen. El pasaje de Mc 4,12 señala que los de fuera «por más que miran no ven, por más que oyen no entienden…». Los discípulos, en teoría, puesto que los ha llamado Jesús, no se encuentran fuera.

Los dos últimos domingos hemos contemplado a los discípulos sumergidos en una crisis de fe. Jesús, dice el evangelio del domingo pasado, «les hablaba con toda claridad» (Mc 8,32). Pero, a pesar de eso, no terminaban de comprender (Mc 9,32). A nosotros nos puede suceder lo mismo: el Señor nos indica un camino y nosotros nos dedicamos a discutir de otros asuntos contrarios a lo que Jesús nos dice.

2. Meditación (meditatio). Lo que el texto me dice

Permite que lo leído baje hasta el corazón y encuentre en él un centro de acogida donde pueda resonar con todas las vibraciones posibles. Es Dios mismo quien te atrae y te habla al corazón. Se trata de una “rumia” -ruminatio- que va haciendo que la Palabra vaya calando dentro, hasta quedar del todo hecha carne propia. Déjate seducir por la Palabra. Sigue sus hondos impulsos. Quédate con algún verso o frase.

En verdad también podemos encontrarnos reflejados en la experiencia de los discípulos. Nuestra vida de cristianos, nuestro seguimiento, está lleno de claroscuros, luces v sombras, incomprensiones… Nos cuesta entender que la presencia y bendición de Dios pasa por la entrega y el sufrimiento. Ahora nos fijamos en estas escenas y reflexionamos sobre nuestra vida.

Por lo que se refiere a la fe: «El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres, le darán muerte y, después de morir, a los tres días, resucitará». ¿Qué rostros de Dios y de Jesús se revelan en este evangelio de Marcos?

En mi vida de fe, ¿por qué caminos busco el rostro de Jesús?

«Ellos no entendían lo que quería decir, pero les daba miedo preguntarle». ¿Desde qué perspectivas contemplo a Dios en mi vida? ¿Tengo miedo a preguntarle cuando no comprendo?

En cuanto a la esperanza: «El que acoge a un niño como éste en mi nombre, a mí me acoge… y al que me ha enviado». ¿Realmente espero encontrar el rostro de Dios y construir su Reino a través del camino por el que transcurre actualmente mi vida?

3. Oración (oratio). Lo que yo digo a Dios y lo que Dios me dice a partir del texto.

Habla ahora a Dios. La oración es la respuesta a las sugerencias e inspiraciones, al mensaje que Dios te ha dirigido en su Palabra. Haz silencio dentro de ti y acoge las palabras de Jesús en tu corazón. Ora con sinceridad con confianza. Orar es permitir que la Palabra, acogida en el corazón, se exprese con los sentimientos que ella misma suscita: acción de gracias, alabanza, adoración, súplica, arrepentimiento… Es el momento de la celebración personal y comunitaria. Sobre todo, deja hablar a Dios nuestro Padre. Practicando estas palabras, terminarás por transformarte en El

Esta instrucción también está dirigida a cada uno de nosotros. La humildad y el servicio no son dos valores que gocen de gran aprecio en nuestra sociedad. Sólo se pueden comprender y recorrer desde una vida en la que la oración y la contemplación sean frecuentes. Por eso, vamos a ponernos en ambiente de oración y a pedirle al Señor su luz y su fuerza.

Podemos continuar situando en el centro de la reunión una cruz y un cirio pascual o vela encendida como signos del misterio pascual. Junto a la cruz colocamos fotos que muestren cómo mediante el servicio se puede llegar a ser el primero (por ejemplo, una foto de la Madre Teresa de Calcuta, de Juan Pablo II…).

ORACIÓN compartida.

Terminamos con el canto: SÉ MI LUZ

SÉ MI LUZ

SÉ MI LUZ, ENCIENDE MI NOCHE (3),

MI NOCHE, SÉ MI LUZ.

El camino sin ti es tan largo

y tu llanto acoge mi dolor.

Tu Palabra acalla mi miedo

y tu grito se expresa en mi canto.

SÉ MI LUZ..

4. Acción misionera (actio). Hágase en mi según tu palabra

Todo encuentro con el Señor de la vida, presente en su Palabra, culmina en la misión. Hay que cumplir la Palabra, para no ser condenado por ella. La Palabra, si se ha hecho con sinceridad los pasos anteriores, posee luz suficiente para iluminar nuestra vida, y fuerza para ser llevada a la práctica. El fruto esencial de la Palabra es la caridad. Deberíamos acabar pronunciando las palabras de la entrega misionera del profeta ante el Señor, que pide nuestra colaboración : “Aquí estoy, envíame” (Is 6,8). María, tras escuchar la Palabra y darle su aceptación, se puso en camino (Lc 1,39).

En relación con la caridad: «Que sea el último de todos y el servidor de todos». Estas palabras, ¿a qué me comprometen concretamente en las actuales circunstancias de mi vida?

«El que quiera ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos». ¿Conduzco mi vida de modo calculador, precavido, realista, conforme a los cánones que la sociedad impone o, por el contrario, me muevo por los caminos de este hermoso ideal??

Miguel Maestre Muñoz, cmf

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