Una Voz que me dice… Mc 9, 2-10

Versión en pdf para imprimir:

[wpdm_package id=’10946′]

 

«Una voz que me dice…»

(S. A. Mª. Claret. Autobiografía 114)

PRÁCTICA DE LA LECTIO DIVINA EN GRUPO

25 de Febrero de 2018: II DOMINGO DE CUARESMA

Disposición espiritual.

Haz silencio, exterior e interior. Invoca al Espíritu Santo con esta u otra oración: ¡Oh Señor Jesús!; te pido la alegría de comprender puramente tus palabras, inspiradas por tu Santo Espíritu. Amén.

Texto: Mc 9, 2-10

1. Lectura (lectio). Lo que el texto dice

Lee y relee tranquila y detenidamente este pasaje bíblico fijándote bien en todos los detalles. Descubre sus recursos literarios, las acciones, los verbos, los sujetos, el ambiente descrito, su mensaje. Tras un momento de silencio descubrimos juntos qué dice el texto.

El relato de la transfiguración de Jesús que leemos en este segundo domingo de Cuaresma se entiende mejor en el contexto del episodio que le precede y le sigue: los anuncios de la pasión-resurrección. Por eso es conveniente leer Mc 8,27-9,2, un largo diálogo de Jesús con sus discípulos en el que les pregunta su opinión sobre él y les anuncia su destino de muerte. Ellos no comprenden y se desaniman. Jesús les advierte, además, que si quieren ser sus seguidores tendrán que estar dispuestos a pasar por lo mismo. Es en este momento cuando Jesús les manifiesta su gloria, les anticipa su victoria sobre la cruz, para animarles y darles fuerzas en el camino que están a punto de emprender junto al Maestro. Ésta es la función de la transfiguración en el conjunto del evangelio.

Un dato muy importante para comprender este pasaje es que nos encontramos ante una «teofanía» o relato de manifestación divina. En el Antiguo Testamento hay muchos ejemplos similares y en todos ellos se repiten algunos elementos: suele tener lugar en un monte o lugar sagrado, la manifestación divina está rodeada de fenómenos extraordinarios como apariciones, voz del cielo, nubes, etc, que provocan miedo y turbación en quienes las presencia Observad cómo estos elementos se repiten en el evangel de hoy.

La transfiguración de Jesús sigue el mismo esquema que las manifestaciones divinas narradas en el Antiguo Testamento y se sitúa, por tanto, en el mismo género literario. Los primeros cristianos, que estaban acostumbrados a escuchar este tipo de relatos referidos sólo a Dios, entendían con este pasaje que Jesús era verdaderamente Dios. La manifestación de la gloria de Jesús se expresa aquí a través de tres elementos complementarios.

En primer lugar el color de sus vestidos, de un blanco deslumbrador, es el color de la resurrección. Además, al final del pasaje hay dos alusiones a esta victoria final (Mc 9,9-10). En segundo lugar, la aparición de Moisés y Elias, dos personajes muy importantes en el Antiguo Testamento y a quienes la tradición judía relacionaba con la llegada del Ungido (Mal 3,23-24), están revelando que Jesús es el Mesías esperado por Israel. Finalmente, la voz que viene del cielo afirma, como en el bautismo, que Jesús es el Hijo de Dios. Encontramos, por tanto, en este relato, una completa presentación de Jesús que tiene como destinatarios a los discípulos.

Jesús llama a Pedro, Santiago y Juan para hacerles entender su camino hacia Jerusalén de forma nueva y reafirmarles en su vocación desde la experiencia de la Pascua. Pero ellos, que antes no habían entendido el significado de la muerte del Hijo del hombre (Mc 8,31-33), tampoco comprenden ahora el significado de su resurrección. Por eso tras «ver» la victoria de Jesús quieren detener la historia.

Anhelan llegar a la Pascua sin pasar por la cruz. Se resisten a un camino de seguimiento que implique pasión. Por eso la voz de Dios les sacude y despierta, invitándoles a escuchar al Hijo, a mantenerse detrás de él en un camino de gloria crucificada. En este sentido el relato puede entenderse como una escena de fortalecimiento vocacional para los discípulos. Sólo cuando acojan el misterio de la muerte y resurrección de Jesús, convirtiéndose en auténticos discípulos, podrán hablar de la transfiguración.

En el camino de la Cuaresma, que tiene como meta la celebración de la Pascua, Jesús se nos muestra transfigurado también a nosotros. Es una llamada para que aprendamos a descubrir su presencia en el camino del seguimiento y para que vivamos con esperanza estos días de conversión.El relato de la transfiguración de Jesús que leemos en este segundo domingo de Cuaresma se entiende mejor en el contexto del episodio que le precede y le sigue: los anuncios de la pasión-resurrección. Por eso es conveniente leer Mc 8,27-9,2, un largo diálogo de Jesús con sus discípulos en el que les pregunta su opinión sobre él y les anuncia su destino de muerte. Ellos no comprenden y se desaniman. Jesús les advierte, además, que si quieren ser sus seguidores tendrán que estar dispuestos a pasar por lo mismo. Es en este momento cuando Jesús les manifiesta su gloria, les anticipa su victoria sobre la cruz, para animarles y darles fuerzas en el camino que están a punto de emprender junto al Maestro. Ésta es la función de la transfiguración en el conjunto del evangelio.

Un dato muy importante para comprender este pasaje es que nos encontramos ante una «teofanía» o relato de manifestación divina. En el Antiguo Testamento hay muchos ejemplos similares y en todos ellos se repiten algunos elementos: suele tener lugar en un monte o lugar sagrado, la manifestación divina está rodeada de fenómenos extraordinarios como apariciones, voz del cielo, nubes, etc, que provocan miedo y turbación en quienes las presencia Observad cómo estos elementos se repiten en el evangel de hoy.

La transfiguración de Jesús sigue el mismo esquema que las manifestaciones divinas narradas en el Antiguo Testamento y se sitúa, por tanto, en el mismo género literario. Los primeros cristianos, que estaban acostumbrados a escuchar este tipo de relatos referidos sólo a Dios, entendían con este pasaje que Jesús era verdaderamente Dios. La manifestación de la gloria de Jesús se expresa aquí a través de tres elementos complementarios.

En primer lugar el color de sus vestidos, de un blanco deslumbrador, es el color de la resurrección. Además, al final del pasaje hay dos alusiones a esta victoria final (Mc 9,9-10). En segundo lugar, la aparición de Moisés y Elias, dos personajes muy importantes en el Antiguo Testamento y a quienes la tradición judía relacionaba con la llegada del Ungido (Mal 3,23-24), están revelando que Jesús es el Mesías esperado por Israel. Finalmente, la voz que viene del cielo afirma, como en el bautismo, que Jesús es el Hijo de Dios. Encontramos, por tanto, en este relato, una completa presentación de Jesús que tiene como destinatarios a los discípulos.

Jesús llama a Pedro, Santiago y Juan para hacerles entender su camino hacia Jerusalén de forma nueva y reafirmarles en su vocación desde la experiencia de la Pascua. Pero ellos, que antes no habían entendido el significado de la muerte del Hijo del hombre (Mc 8,31-33), tampoco comprenden ahora el significado de su resurrección. Por eso tras «ver» la victoria de Jesús quieren detener la historia.

Anhelan llegar a la Pascua sin pasar por la cruz. Se resisten a un camino de seguimiento que implique pasión. Por eso la voz de Dios les sacude y despierta, invitándoles a escuchar al Hijo, a mantenerse detrás de él en un camino de gloria crucificada. En este sentido el relato puede entenderse como una escena de fortalecimiento vocacional para los discípulos. Sólo cuando acojan el misterio de la muerte y resurrección de Jesús, convirtiéndose en auténticos discípulos, podrán hablar de la transfiguración.

En el camino de la Cuaresma, que tiene como meta la celebración de la Pascua, Jesús se nos muestra transfigurado también a nosotros. Es una llamada para que aprendamos a descubrir su presencia en el camino del seguimiento y para que vivamos con esperanza estos días de conversión.

2. Meditación (meditatio). Lo que el texto me dice

Permite que lo leído baje hasta el corazón y encuentre en él un centro de acogida donde pueda resonar con todas las vibraciones posibles. Es Dios mismo quien te atrae y te habla al corazón. Se trata de una “rumia” -ruminatio- que va haciendo que la Palabra vaya calando dentro, hasta quedar del todo hecha carne propia. Déjate seducir por la Palabra. Sigue sus hondos impulsos. Quédate con algún verso o frase.

A los primeros discípulos no les fue fácil entender que el Maestro iba camino de Jerusalén, que moriría en la la cruz. Por eso Jesús les hizo subir hasta el monte de la transfiguración, para que vieran, escucharan y experimentaran lo que les esperaba al final del camino. Este pasaje tiene algo que decirnos también a nosotros. Como a los discípulos, hoy Jesús nos anima a subir, ver, escuchar, experimentar y bajar.

– A los discípulos les resulta difícil seguir a Jesús. Para ayudarles en ese camino, se les concede una experiencia de resurrección. ¿En qué momentos de tu vida se te hace más difícil seguir a Jesús? ¿Encuentras en este pasaje alguna luz que te anime a superar esas dificultades?

– Comparte con el grupo experiencias positivas, de luz, que te hayan ayudado a caminar en momentos de dificultad.

– «Maestro, ¡qué bien estamos aquí!» El pasaje de la transfiguración, ¿qué motivos te da para afrontar con alégría y esperanza este tiempo de Cuaresma?

3. Oración (oratio). Lo que yo digo a Dios y lo que Dios me dice a partir del texto.

Habla ahora a Dios. La oración es la respuesta a las sugerencias e inspiraciones, al mensaje que Dios te ha dirigido en su Palabra. Haz silencio dentro de ti y acoge las palabras de Jesús en tu corazón. Ora con sinceridad con confianza. Orar es permitir que la Palabra, acogida en el corazón, se exprese con los sentimientos que ella misma suscita: acción de gracias, alabanza, adoración, súplica, arrepentimiento… Es el momento de la celebración personal y comunitaria. Sobre todo, deja hablar a Dios nuestro Padre. Practicando estas palabras, terminarás por transformarte en El

Recogemos en forma de oración todo lo que la lectura meditación de este pasaje nos haya sugerido. Sería un buen momento para pedir, de modo especial, que la lectura creyente de la Palabra de Dios nos lleve a «bajar», transfigurados y comprometidos, a las realidades de nuestro mundo.

ORACIÓN compartida.

REZAMOS: «EL SEÑOR ES MI LUZ Y MI SALVACIÓN»

El señor es mi luz y mi salvación,

El señor es la defensa de mi vida,

Si el señor es mi luz y mi salvación

¿a quién temeré? ¿quién me hará temblar?

Una cosa pido al Señor, habitar por siempre en su casa

gozar de la dulzura del Señor, contemplando su templo santo.

No me escondas tu rostro Señor, buscaré todo el día tu rostro,

si mi padre y mi madre me abandonan, el Señor me recogerá.

4. Acción misionera (actio). Hágase en mi según tu palabra

Todo encuentro con el Señor de la vida, presente en su Palabra, culmina en la misión. Hay que cumplir la Palabra, para no ser condenado por ella. La Palabra, si se ha hecho con sinceridad los pasos anteriores, posee luz suficiente para iluminar nuestra vida, y fuerza para ser llevada a la práctica. El fruto esencial de la Palabra es la caridad. Deberíamos acabar pronunciando las palabras de la entrega misionera del profeta ante el Señor, que pide nuestra colaboración : “Aquí estoy, envíame” (Is 6,8). María, tras escuchar la Palabra y darle su aceptación, se puso en camino (Lc 1,39).

  • Éste es mi Hijo amado, escuchadlo». ¿Qué quiere decirte hoy la Palabra de Jesús? ¿En qué puede cambiar tu vida la escucha de la palabra? ¿A qué te compromete?

  • Jesús ha invitado a sus discípulos a «subir» a la altura del misterio para luego «bajar» y continuar viviendo la realidad del camino hacia Jerusalén. ¿A qué montañas has de «subir» para que te sientas transfigurado por la presencia de Dios? ¿A qué lugares has de «bajar» para continuar por el camino del seguimiento?

Start typing and press Enter to search