Una Voz que me dice… Mc 8, 27-35

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«Una voz que me dice…»

(S. A. Mª. Claret. Autobiografía 114)

PRÁCTICA DE LA LECTIO DIVINA EN GRUPO

16 de Septiembre de 2018: XXIV Domingo Tiempo Ordinario

Disposición espiritual.

Haz silencio, exterior e interior.¡Es el Señor quien nos visita con su Palabra, para tratar amorosamente con nosotros, como un Padre con sus hijos! ¡También nos habla, mediante la palabra de los hermanos, para sentirnos Iglesia! Invoca al Espíritu Santo con toda sinceridad, con la certidumbre de ser escuchado. Que el Espíritu te ilumine, te fortifique, te guíe y te consuele. Revele y encarne en ti el gran misterio de Cristo, presente en su Palabra.

Oración: Señor Jesucristo, envía tu Espíritu Santo sobre nosotros y haznos comprender las Escrituras inspiradas por él; concédenos interpretarlas de manera digna para que saquemos provecho. Tú que vives y reinas con el Padre en la unidad del Espíritu Santo y eres Dios por los siglos de los siglos. Amén.

Texto: Mc 8, 27-35

1. Lectura (lectio). Lo que el texto dice

Lee y relee tranquila y detenidamente este pasaje bíblico fijándote bien en todos los detalles. Descubre sus recursos literarios, las acciones, los verbos, los sujetos, el ambiente descrito, su mensaje. Lee también lugares paralelos que cualquier Biblia te ofrece, ayúdate de algunos instrumentos exegéticos, algún diccionario bíblico etc. Tras un momento de silencio descubrimos juntos qué dice el texto.

Después de narrar la primera etapa de la actuación de Jesús, acompañado siempre por sus discípulos (Mc 1,14-8,26), se inicia la segunda parte del relato de Marcos (Mc 8 ,30-16,8). Para abrir esta segunda etapa, el evangelista plantea de nuevo las dos cuestiones básicas que subyacen en toda su obra: quién es Jesús y en qué consiste ser su discípulo. En este caso las preguntas se plantean abiertamente y es Pedro quien responde como portavoz del grupo.

En el camino del seguimiento, del discipulado, Jesús dirige a sus propios discípulos una pregunta acerca de su identidad. A primera vista la respuesta de Pedro es irreprochable porque confiesa a Jesús como el Mesías, como aquel que lleva a cumplimiento todas las esperanzas de Israel. Por eso sorprende la reacción de Jesús, que prohibe a los discípulos que hablen acerca de él. La reacción de Jesús indica que sus seguidores aún no pueden responder adecuadamente a la pregunta planteada. Por eso se hace necesaria una instrucción.

Jesús no habla a sus discípulos de un reino que irrumpe con poder en el mundo, sino de su muerte en la cruz; tampoco les enseña en parábolas, sino que les habla abiertamente. Por eso podríamos hablar de novedad tanto en el tono como en el contenido de sus palabras. En esta instrucción, la primera de las tres que tendrán lugar camino de Jerusalén, presenta su muerte como algo que responde al designio de Dios y que se opone claramente a las expectativas triunfalistas de Pedro.

Pedro no puede aceptar a un Mesías que tenga que padecer en la cruz. Por eso toma aparte al Maestro se pone a increparlo, como si sus palabras tuvieran una inspiración diabólica. Entonces Jesús, de cara a sus discípulos y utilizando el mismo tono, le dice: «Ponte detrás de mí Satanás». Al increpar a Jesús para que abandone el camino de la cruz, Pedro ha olvidado el puesto de discípulo (detrás de Jesús) y se ha convertido en tentador (Satanás).

Pero las palabras de Jesús a Pedro no se quedan en el reproche. El Maestro reúne a la gente y a sus discípulos haciéndoles una nueva llamada al seguimiento: «Si alguno quiere venir detrás de mí…»

Hasta entonces Jesús había pedido a sus seguidores. que lo acompañaran compartiendo su estilo de vida y misión (Mc 1,17; 3,14); ahora les pide dar un paso más identificarse con él hasta compartir su destino. Ea no es un proyecto, sino el mismo Jesús. Hacerse esclavo de los demás, «perder la vida», cargar con la cruz, no se

experimenta fundamentalmente como una renuncia, sino como un paso para quedarse sólo con Jesús, abandonado, como él, a la voluntad del Padre.

2. Meditación (meditatio). Lo que el texto me dice

Permite que lo leído baje hasta el corazón y encuentre en él un centro de acogida donde pueda resonar con todas las vibraciones posibles. Es Dios mismo quien te atrae y te habla al corazón. Se trata de una “rumia” -ruminatio- que va haciendo que la Palabra vaya calando dentro, hasta quedar del todo hecha carne propia. Déjate seducir por la Palabra. Sigue sus hondos impulsos. Quédate con algún verso o frase.

Este relato de Marcos ilumina a un tiempo el rostro de Jesús y el camino del discipulado. Todos podemos analizar por dónde van nuestros pasos a la luz del evangelio que hemos proclamado.

Por lo que se refiere a la fe: A pesar de la crisis vocacional por la que están atravesando Pedro y los discípulos, Jesús vuelve a llamarles y les pide que se identifiquen con él. ¿Cómo te ayuda el pasaje de hoy a profundizar en el conocimiento de Jesucristo? ¿De qué manera impulsa tu relación con él?

Pedro quiere afrontar su seguimiento desde criterios humanos (Jesús como Mesías vencedor) y no desde las categorías de Dios (muerte en la cruz). ¿Pensáis que esto es algo que sólo le ocurrió a Pedro? ¿Qué imágenes de Jesús nos desmonta este pasaje?

En cuanto a la esperanza: «El que pierda su vida por mí y por el evangelio la salvará». En las circunstancias actuales de mi vida, estas palabras ¿son para mí motivo de esperanza e impulso en mi compromiso?

3. Oración (oratio). Lo que yo digo a Dios y lo que Dios me dice a partir del texto.

Habla ahora a Dios. La oración es la respuesta a las sugerencias e inspiraciones, al mensaje que Dios te ha dirigido en su Palabra. Haz silencio dentro de ti y acoge las palabras de Jesús en tu corazón. Ora con sinceridad con confianza. Orar es permitir que la Palabra, acogida en el corazón, se exprese con los sentimientos que ella misma suscita: acción de gracias, alabanza, adoración, súplica, arrepentimiento… Es el momento de la celebración personal y comunitaria. Sobre todo, deja hablar a Dios nuestro Padre. Practicando estas palabras, terminarás por transformarte en El

Jesús ha dado un sentido nuevo al camino del seguimiento. A partir de ahora sabemos, como Pedro, que seguirle no es sólo adherirse a un proyecto, sino sobre todo identificarse con él llegando, si es preciso, hasta la cruz. Como los primeros discípulos, tenemos dificultades para comprenderlo y necesitamos que Dios abra nuestros ojos. Es el momento de suplicarle, como el ciego Bartimeo: «¡Señor, que vea!».

Podemos situar en el centro de la reunión una cruz. Junto a ella una pequeña vela y alrededor, en huellas marcadas en cartulina, nuestros nombres. De este modo reafirmamos nuestra voluntad de seguir tras los pasos de Jesucristo.

ORACIÓN compartida

Terminamos con el canto: “TÚ, SEÑOR, ME LLAMAS”

Tú, Señor, me llamas. Tú, Señor, me dices:

Ven y sígueme, ven y sígueme.

Señor, contigo iré. Señor contigo iré.

Dejaré en la orilla mis redes,

cogeré el arado contigo, Señor;

guardaré mi puesto en tu senda,

sembraré tu palabra en mi pueblo,

y brotaré y creceré.

Senor, contigo iré. Señor, contigo iré.

Dejaré mi hacienda y mis bienes,

donaré a mis hermanos mi tiempo y mi afan.

Por mis obras sabrán que Tú vives;

con mi esfuerzo abriré nuevas sendas

de unidad y fraternidad.

4. Acción misionera (actio). Hágase en mi según tu palabra

Todo encuentro con el Señor de la vida, presente en su Palabra, culmina en la misión. Hay que cumplir la Palabra, para no ser condenado por ella. La Palabra, si se ha hecho con sinceridad los pasos anteriores, posee luz suficiente para iluminar nuestra vida, y fuerza para ser llevada a la práctica. El fruto esencial de la Palabra es la caridad. Deberíamos acabar pronunciando las palabras de la entrega misionera del profeta ante el Señor, que pide nuestra colaboración : “Aquí estoy, envíame” (Is 6,8). María, tras escuchar la Palabra y darle su aceptación, se puso en camino (Lc 1,39).

En relación con la caridad: Pedro y los demás discípulos inician un nuevo camino. Quieren superar su crisis de fe. Todos conocemos que Pedro dio su vida y murió crucificado. Superó su crisis de fe y esto le llevó a un compromiso purificado. ¿Qué aspectos de mi compromiso cristiano purifica el pasaje de hoy? ¿A qué me invita concretamente?

«El que quiera venirse conmigo, que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga». Estas palabras suenan muy duras en los oídos de nuestro tiempo. ¿Cómo vivo en esta dinámica tan provocativa y exigente hoy?

Miguel Maestre Muñoz, cmf

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