Una Voz que me dice… Mc 13, 33-37

 

 

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«Una voz que me dice…»

(S. A. Mª. Claret. Autobiografía 114)

PRÁCTICA DE LA LECTIO DIVINA EN GRUPO

3 de Diciembre de 2017: I DOMINGO DE ADVIENTO

Disposición espiritual.

Haz silencio, exterior e interior. Invoca al Espíritu Santo con esta u otra oración: ¡Oh Señor Jesús!; te pido la alegría de comprender puramente tus palabras, inspiradas por tu Santo Espíritu. Amén.

Texto: Mc 13, 33-37

1. Lectura (lectio). Lo que el texto dice

Lee y relee tranquila y detenidamente este pasaje bíblico fijándote bien en todos los detalles. Descubre sus recursos literarios, las acciones, los verbos, los sujetos, el ambiente descrito, su mensaje. Tras un momento de silencio descubrimos juntos qué dice el texto.

Este domingo comenzamos un nuevo año litúrgico que se inicia, como siempre, con el Adviento. Es un tiempo para preparar con renovada fe el nacimiento de Jesús en Navidad y también para preparar su vuelta definitiva. Con este fin nos acompañarán las lecturas de estos cuatro domingos. El texto del evangelio de hoy, a partir de una comparación sacada de la vida cotidiana, invita a estar despiertos y atentos.

El pasaje bíblico que leemos se le conoce con el nombre de «discurso apocalíptico» porque en él Jesús hace a sus discípulos algunas revelaciones (esto es lo que significa la palabra «apocalipsis») que iluminan distintos aspectos de su segunda venida. El tema central del discurso es, por tanto, el advenimiento de Jesús, al que se identifica con un personaje del Antiguo Testamento y se le denomina “Hijo del hombre”.

Sin embargo sería un error pensar que este discurso apocalíptico se refiere al final del mundo y, por tanto, queda lejos. Aparentemente el evangelista pone la mirada en el final de la historia, pero se dirige a un grupo concreto de cristianos que viven en la segunda mitad del siglo I d. C. El mensaje de Jesús que les recuerda es sencillo porque aparece en forma de exhortación repetida al inicio, en el centro y al final del pasaje que hemos leído.

En estos versículos encontramos una clara exhortación a la vigilancia: «Estad alerta», «Velad». Dicha exhortación está ilustrada con una pequeña comparación de la que se saca la consecuencia.

La breve parábola que ilustra la exhortación a la vigilancia es fácil de entender. El hombre que se va de viaje es Cristo resucitado y ascendido al cielo. Deja su casa, su Iglesia, al cuidado de sus servidores. Cada uno debe cumplir con la tarea asignada. Todos somos, en cierto modo, porteros que hemos de permanecer despiertos, vigilantes, porque ciertamente va a venir el Señor pero no sabemos cuándo.

Esta enseñanza, lejos de ser una propuesta para vivir en el temor de un futuro incierto, es para la comunidad de Marcos una invitación a la esperanza, a revitalizar la fe. No se sabe la hora porque todas las horas son buenas para abrirse al evangelio y comprometer la existencia. Mantenerse vigilantes y fieles al mensaje de Jesús en el presente es una forma de prepararse para el futuro que sin duda aguarda. No es una llamada a la angustia, sino a estar alerta.

La exhortación final del pasaje amplía el grupo de los destinatarios de las palabras de Jesús: «Lo que a vosotros os digo, lo digo a todos» (Mc 13,37). En Pedro, Santiago, Juan y Andrés, que fueron los primeros en recibir la llamada y que son los destinatarios directos del discurso (Mc 13,3), están representados los seguidores de Jesús de todos los tiempos. Por tanto, todo aquel que es discípulo de Cristo tiene que vivir en vigilancia constante.

Los Padres de la Iglesia hablaban de tres venidas del Señor: la primera es la que tuvo lugar cuando se encarnó; la segunda es la que tendrá lugar al final de los tiempos; y la tercera es la venida a cada uno de nosotros. En el Adviento recordamos la primera, nos preparamos para la segunda y tratamos de hacer realidad la tercera.

2. Meditación (meditatio). Lo que el texto me dice

Permite que lo leído baje hasta el corazón y encuentre en él un centro de acogida donde pueda resonar con todas las vibraciones posibles. Es Dios mismo quien te atrae y te habla al corazón. Se trata de una “rumia” -ruminatio- que va haciendo que la Palabra vaya calando dentro, hasta quedar del todo hecha carne propia. Déjate seducir por la Palabra. Sigue sus hondos impulsos. Quédate con algún verso o frase.

El cristiano sabe que Cristo ya ha venido y vive a la espera de su vuelta definitiva. Por eso celebra anualmente la primera llegada del Señor y recuerda que toda su vida debe configurarse como una constante espera. De ahí que el eco de las palabras de Jesús, en las que nos promete su venida y nos pide que estemos vigilitantes, vuelven a sonar hoy con fuerza.

Confesamos en el Credo: “Creo en Jesucristo…que nación de santa María Virgen… y ha de veniri a juzgar a vivos y muertos”. ¿Cómo te ayuda el pasaje de hoy a profundizar en este rostro de Jesús?

Los cristianos afirmamos que Jesucristo ha venido, viene y vendrá. ¿hasta qué punto soy consciente de esta realidad? ¿Alimento mi fe con esa certeza?

Velad, porque no sabéis cuando llegará el dueño de la casa”. ¿Cómo esperamos la llegada del Señor? ¿Angustiados? ¿Pasivos? ¿Cómo se expresa en nuestra vida esta esperanza?

3. Oración (oratio). Lo que yo digo a Dios y lo que Dios me dice a partir del texto.

Habla ahora a Dios. La oración es la respuesta a las sugerencias e inspiraciones, al mensaje que Dios te ha dirigido en su Palabra. Haz silencio dentro de ti y acoge las palabras de Jesús en tu corazón. Ora con sinceridad con confianza. Orar es permitir que la Palabra, acogida en el corazón, se exprese con los sentimientos que ella misma suscita: acción de gracias, alabanza, adoración, súplica, arrepentimiento… Es el momento de la celebración personal y comunitaria. Sobre todo, deja hablar a Dios nuestro Padre. Practicando estas palabras, terminarás por transformarte en El

Dios es fiel y cumple su promesa. Jesús viene. Le esperamos vigilantes, comprometidos con la transformación del mundo, y en oración.

Tras un momento de silencio, compartimos en el grupo nuestra ORACIÓN.

Cantamos juntos «VEN, VEN, SEÑOR NO TARDES».

Ven, ven, Señor, no tardes;

ven, ven, que te esperamos.

Ven, ven, Señor, no tardes;

ven pronto, Señor.

El mundo muere de frío,

el alma perdió el calor,

los hombres no son hermanos,

el mundo no tiene amor.

Envuelto en sombría noche

el mundo sin paz no ve;

buscando va una esperanza;

buscando, Señor, tu fe.

Al mundo le falta vida,

al mundo le falta luz,

al mundo le falta el cielo,

al mundo le faltas Tú.

4. Acción misionera (actio). Hágase en mi según tu palabra

Todo encuentro con el Señor de la vida, presente en su Palabra, culmina en la misión. Hay que cumplir la Palabra, para no ser condenado por ella. La Palabra, si se ha hecho con sinceridad los pasos anteriores, posee luz suficiente para iluminar nuestra vida, y fuerza para ser llevada a la práctica. El fruto esencial de la Palabra es la caridad. Deberíamos acabar pronunciando las palabras de la entrega misionera del profeta ante el Señor, que pide nuestra colaboración : “Aquí estoy, envíame” (Is 6,8). María, tras escuchar la Palabra y darle su aceptación, se puso en camino (Lc 1,39).

Desde el pasaje del evangelio de hoy, ¿qué debe cambiar en nuestra vida para vivir adecuadamente el Adviento? ¿Por dónde podríamos empezar?

¡Cuidado! Estad alerta”. ¿Vivimos conscientes de que nuestra meta es el encuentro con Cristo o nos hemos instalado en este mundo? Razonad vuestra respuesta e intentad algún compromiso concreto.

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