Una Voz que me dice… Mc 10, 35-45

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«Una voz que me dice…»

(S. A. Mª. Claret. Autobiografía 114)

PRÁCTICA DE LA LECTIO DIVINA EN GRUPO

21 de Octubre de 2018: XXIX Domingo Tiempo Ordinario

Disposición espiritual.

Haz silencio, exterior e interior.¡Es el Señor quien nos visita con su Palabra, para tratar amorosamente con nosotros, como un Padre con sus hijos! ¡También nos habla, mediante la palabra de los hermanos, para sentirnos Iglesia! Invoca al Espíritu Santo con toda sinceridad, con la certidumbre de ser escuchado. Que el Espíritu te ilumine, te fortifique, te guíe y te consuele. Revele y encarne en ti el gran misterio de Cristo, presente en su Palabra.

Oración: Señor Jesucristo, envía tu Espíritu Santo sobre nosotros y haznos comprender las Escrituras inspiradas por él; concédenos interpretarlas de manera digna para que saquemos provecho. Tú que vives y reinas con el Padre en la unidad del Espíritu Santo y eres Dios por los siglos de los siglos. Amén.

Texto: Mc 10, 35-45

1. Lectura (lectio). Lo que el texto dice

Lee y relee tranquila y detenidamente este pasaje bíblico fijándote bien en todos los detalles. Descubre sus recursos literarios, las acciones, los verbos, los sujetos, el ambiente descrito, su mensaje. Lee también lugares paralelos que cualquier Biblia te ofrece, ayúdate de algunos instrumentos exegéticos, algún diccionario bíblico etc. Tras un momento de silencio descubrimos juntos qué dice el texto.

Camino de Jerusalén, Jesús explica las exigencias del seguimiento. En la instrucción habla con claridad sobre el camino doloroso que debe recorrer el Mesías. Con todo sus discípulos entienden de modo erróneo la misión del Maestro y continúan con sus ambiciones personales.

Los tres anuncios de la pasión muestran claramente que el camino de Jesús hacia Jerusalén tiene como destino la muerte. En todos ellos se habla de que Jesús será rechazado, de su muerte y resurrección. A pesar de todo, los discípulos no entienden.

En el tercer anuncio de la pasión, que precede inmediatamente al texto del evangelio que leemos este domingo, Jesús se presenta como alguien que ha renunciado a usar el poder (Mc 10,33-34). Inmediatamente se encuentra el pasaje de los hijos del Zebedeo.

Contrastando con la indefensión del Maestro, los hijos del Zebedeo piden poder (Mc10,37). Sus pretensiones revelan una comprensión errónea del mesianismo de Jesús, porque lo relacionan con méritos, recompensas y dominio de los más fuertes. Jesús responde dirigiéndose por una parte a los Zebedeos y por otra a los Doce. A Santiago y a Juan les habla de sufrimiento, de sangre y muerte. ¿Qué imagen utiliza Marcos para expresar esto? ¿Cómo responde Jesús a sus peticiones? ¿Cómo reaccionan los demás ante las pretensiones de Santiago y Juan? ¿Qué provoca esta reacción en el grupo de los Doce?

El grupo de los Doce se resquebraja. A todos les mueve la misma ambición: desean figurar, ser reconocidos, alabados. Es esta una dinámica frecuente en todo grupo humano. Los primeros discípulos y luego las comunidades cristianas tuvieron que hacer frente a este problema que se alejaba de las enseñanzas de Jesús. Era un problema tan importante que el evangelista subraya cómo el Maestro llama a los discípulos y les habla claramente: frente al trono de poder que ellos ansian, les ofrece el lugar del discipulado. ¿Qué características tiene el puesto que Jesús ofrece a sus discípulos?

La enseñanza de Jesús ya fue adelantada en Mc 9,35: el Maestro contrapone el poder humano, que es dominación, al poder de la comunidad cristiana, que es servicio y se presenta a sí mismo como modelo de autoridad desde el servicio y la entrega sin límites.

Esta instrucción no es nueva. Anteriormente, también en el camino hacia Jerusalén, Jesús trató de invertir la escala de valores de los Doce colocando, simbólicamente, a un niño en el centro del grupo (Mc 9,33-37, domingo 25 del tiempo ordinario). Ahora que está más avanzado el camino, Jesús radicaliza sus palabras ofreciendo nuevas pistas sobre su identidad y los rasgos del auténtico discípulo.

Los primeros cristianos vieron en Jesucristo muerto y resucitado al Siervo sufriente del que habla el profeta Isaías. Observad las semejanzas que existen entre la primera lectura de la liturgia de hoy y el último versículo del evangelio. En ambos casos se habla de una vida entregada en rescate por todos. La entrega de la vida detrás de Jesucristo y como él, es el camino de discipulado que todos, estamos llamados a seguir.

2. Meditación (meditatio). Lo que el texto me dice

Permite que lo leído baje hasta el corazón y encuentre en él un centro de acogida donde pueda resonar con todas las vibraciones posibles. Es Dios mismo quien te atrae y te habla al corazón. Se trata de una “rumia” -ruminatio- que va haciendo que la Palabra vaya calando dentro, hasta quedar del todo hecha carne propia. Déjate seducir por la Palabra. Sigue sus hondos impulsos. Quédate con algún verso o frase.

Las palabras de Jesús sobre la entrega de la vida son el resumen de su enseñanza en el camino. Constituyen la base de todo seguimiento, po

rque discípulo es aquel que prolonga en su vida y en sus circunstancias el ser de Jesús. Vamos a compartir lo que nos sugiere la reflexión del texto en nuestra realidad actual.

Ojalá nosotros entendamos de modo correcto sus enseñanzas.

Por lo que se refiere a la FE: ¿Cuál es el rostro de Jesús que descubro en este pasaje? ¿Es ése el Jesús en quien yo creo y al que sigo?

Si Jesús me preguntara hoy: «¿Qué queréis que haga por vosotros?», ¿qué le respondería? ¿Se ajusta mi respuesta a los valores de Jesús?

En cuanto a la ESPERANZA: ¿Qué aspectos del Reino que aguardamos aparecen en el pasaje que estamos reflexionando? ¿Cómo me invitan a vivir anhelando su llegada?

Los hijos del Zebedeo no habían entendido el Reino que Jesús predicaba. ¿Y yo? ¿Espero un Reinado de Dios que me trae poder, privilegios, ventajas, honores?

3. Oración (oratio). Lo que yo digo a Dios y lo que Dios me dice a partir del texto.

Habla ahora a Dios. La oración es la respuesta a las sugerencias e inspiraciones, al mensaje que Dios te ha dirigido en su Palabra. Haz silencio dentro de ti y acoge las palabras de Jesús en tu corazón. Ora con sinceridad con confianza. Orar es permitir que la Palabra, acogida en el corazón, se exprese con los sentimientos que ella misma suscita: acción de gracias, alabanza, adoración, súplica, arrepentimiento… Es el momento de la celebración personal y comunitaria. Sobre todo, deja hablar a Dios nuestro Padre. Practicando estas palabras, terminarás por transformarte en El

Los primeros seguidores de Jesús no fueron los únicos que comprendieron erróneamente las enseñanzas del Maestro. También hoy nos cuesta aceptar la gratuidad del Reino, rechazamos sentarnos en el trono del discipulado y buscamos el trono del poder de la Iglesia Por eso hablamos con el Señor presentándole todo lo que nos ha sugerido este pasaje evangélico.

ORACIÓN compartida…

Celebramos haciendo nuestro el salmo responsorial que se va a proclamar en la liturgia dominical. Mientras un lector recita las estrofas, todos respondemos con el estribillo:

«Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros como lo esperamos de ti”

. Aclamad justos al Señor, que la palabra del Señor es sincera y todas sus acciones son leales; el ama la justicia y el derecho, y su misericordia llena la tierra.

. Los ojos del Señor están puestos en sus fieles, en los que esperan en su misericordia, para librar sus vidas de la muerte y reanimarlos en tiempo de hambre.

. Nosotros aguardamos al Señor; él es nuestro auxilio y nuestro escudo. Que tu misericordia Señor, venga sobre nosotros como lo esperamos de ti.

4. Acción misionera (actio). Hágase en mi según tu palabra

Todo encuentro con el Señor de la vida, presente en su Palabra, culmina en la misión. Hay que cumplir la Palabra, para no ser condenado por ella. La Palabra, si se ha hecho con sinceridad los pasos anteriores, posee luz suficiente para iluminar nuestra vida, y fuerza para ser llevada a la práctica. El fruto esencial de la Palabra es la caridad. Deberíamos acabar pronunciando las palabras de la entrega misionera del profeta ante el Señor, que pide nuestra colaboración : “Aquí estoy, envíame” (Is 6,8). María, tras escuchar la Palabra y darle su aceptación, se puso en camino (Lc 1,39).

En relación con la CARIDAD: «El Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida por todos». ¿A qué me compromete concretamente este pasaje del evangelio?

¿Mi misión como seguidor de Jesús se sitúa bajo el signo del servicio y de la cruz o bajo el signo del poder? ¿Y la misión de mi comunidad, de nuestra Iglesia?

Miguel Maestre Muñoz, cmf

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