Una Voz que me dice… Mc 10, 17-30

Versión en PDF para imprimir:
[wpdm_package id=’16395′]

«Una voz que me dice…»

(S. A. Mª. Claret. Autobiografía 114)

PRÁCTICA DE LA LECTIO DIVINA EN GRUPO

14 de Octubre de 2018: XXVIII Domingo Tiempo Ordinario

Disposición espiritual.

Haz silencio, exterior e interior.¡Es el Señor quien nos visita con su Palabra, para tratar amorosamente con nosotros, como un Padre con sus hijos! ¡También nos habla, mediante la palabra de los hermanos, para sentirnos Iglesia! Invoca al Espíritu Santo con toda sinceridad, con la certidumbre de ser escuchado. Que el Espíritu te ilumine, te fortifique, te guíe y te consuele. Revele y encarne en ti el gran misterio de Cristo, presente en su Palabra.

Oración: Señor Jesucristo, envía tu Espíritu Santo sobre nosotros y haznos comprender las Escrituras inspiradas por él; concédenos interpretarlas de manera digna para que saquemos provecho. Tú que vives y reinas con el Padre en la unidad del Espíritu Santo y eres Dios por los siglos de los siglos. Amén.

Texto: Mc 10, 17-30

1. Lectura (lectio). Lo que el texto dice

Lee y relee tranquila y detenidamente este pasaje bíblico fijándote bien en todos los detalles. Descubre sus recursos literarios, las acciones, los verbos, los sujetos, el ambiente descrito, su mensaje. Lee también lugares paralelos que cualquier Biblia te ofrece, ayúdate de algunos instrumentos exegéticos, algún diccionario bíblico etc. Tras un momento de silencio descubrimos juntos qué dice el texto.

El tercer anuncio de la pasión. El ambiente es similar al de los últimos domingos: Jesús instruye a sus discípulos en el camino que hacen con él hacia Jerusalén. Cambian, sin embargo, las circunstancias y el contenido de la enseñanza. Tomando como punto de partida la pregunta de un hombre acerca de la vida eterna, Jesús habla de la riqueza, el seguimiento y el Reinado de Dios. El tema del Reino de Dios vertebra el evangelio de hoy. Es búsqueda en el hombre rico, exigencia de seguimiento, abandono de la riqueza, regalo de Dios, promesa del Maestro…

Nos acercamos al pasaje distinguiendo tres momentos sucesivos, según van cambiando los interlocutores de Jesús y el tema que se aborda en cada uno de ellos. Lo primero que aparece ante nosotros es un breve relato de vocación: el Reino como búsqueda y llamada al seguimiento. Un hombre que corre hasta donde está Jesús le pregunta sobre la forma de heredar la vida eterna. La actitud del hombre es de respeto (se arrodilla, le llama maestro bueno). Por lo que se ve en el texto parece un judío piadoso. Jesús le habla de la bondad de Dios y le recuerda sus mandamientos. Y finalmente responde a su pregunta. ¿Qué le pide Jesús a aquel hombre para que herede la vida eterna?

Se trata de una invitación al seguimiento que, como en otros relatos de vocación, lleva consigo la necesidad de dejarlo todo. Llaman la atención algunos contrastes que descubrimos en el texto. Por ejemplo, el hombre rico parece que ha acumulado méritos cumpliendo los mandamientos; sin embargo, Jesús le indica que el camino no consiste en acumular sino en despojarse de todo. ¿Más contrastes? Imaginad la mirada cariñosa de Jesús y el ceño fruncido del rico. En cualquier caso, parece que los bienes de aquel hombre tienen más fuerza que la promesa de Jesús. A continuación, desde el versículo 23, se inicia la instrucción particular a los discípulos: el Reino desde el abandono de la riqueza y como regalo de Dios. Jesús comienza con una afirmación contundente, que explica después mediante una imagen muy llamativa. Leed con atención las palabras de Jesús. ¿Cuál es la imagen que utiliza? Les resultaría fácil a los discípulos comprender el mensaje de Jesús: el animal más grande de cuantos conocían mal podía entrar por el agujero más pequeño; así ocurriría con el rico y el Reino de Dios. Sin embargo, en la mentalidad de la época la riqueza, igual que los hijos, las tierras o la salud, era una bendición de Dios, algo bueno y deseable. Fijaos en la actitud de los discípulos ante la enseñanza del del Maestro. Jesús elogia la actitud de los que abandonan todo por él y el evangelio.

Para nosotros la vida eterna es también el máximo anhelo de nuestros días. Y sin duda la exigencia de Jesús es la misma. Tendremos que preguntarnos si, como Pedro, podemos decir que lo hemos dejado todo y le hemos seguido. Fijaos en la actitud de los discípulos ante la enseñanza del Maestro. ¿Cómo responde Jesús a su asombro? Finalmente, es Pedro quien toma la palabra: “Lo hemos dejado todo y te hemos seguido”. La respuesta del Maestro es el Reino como promesa. Jesús elogia la actitud de los que abandonan todo por él y el evangelio. El pasaje ofrece dos listas: aquello que se deja y lo que se recibe a cambio. Comparad ambas para descubrir qué tienen de diferente. Como podéis ver, la promesa no se queda en el tiempo presente, con el toque amargo de las persecuciones, sino que llega hasta la vida eterna. Para nosotros la vida eterna es también el máximo anhelo de nuestros días. Y sin duda la exigencia de Jesús es la misma. Tendremos que preguntarnos si, como Pedro, podemos decir que lo hemos dejado todo y le hemos seguido.

2. Meditación (meditatio). Lo que el texto me dice

Permite que lo leído baje hasta el corazón y encuentre en él un centro de acogida donde pueda resonar con todas las vibraciones posibles. Es Dios mismo quien te atrae y te habla al corazón. Se trata de una “rumia” -ruminatio- que va haciendo que la Palabra vaya calando dentro, hasta quedar del todo hecha carne propia. Déjate seducir por la Palabra. Sigue sus hondos impulsos. Quédate con algún verso o frase.

El rico escucha a Jesús desde su riqueza. Los discípulos, en el camino de Jerusalén tras haberlo dejado todo. Cada uno de nosotros, en nuestra circunstancia concreta, si queremos alcanzar la vida eterna tendremos que dejarlo todo, atender a las necesidades de los hermanos que carecen de bienes, e iniciar el camino tras Jesús. Veamos juntos hasta dónde nos atrevemos a llegar en nuestra respuesta a su llamada.

Por lo que se refiere a la Fe: El texto contiene muchos aspectos que iluminan nuestro conocimiento de Dios. ¿Qué es lo que más nos ha llamado la atención de todo ello?

Los discípulos dejan casa, familia, trabajo, bienes para seguirle. ¿Jesús tiene tanto atractivo en mi vida como para dejarlo todo en sus manos y seguir tras él? En otras palabras, ¿hasta qué punto me fío de Jesús?

En cuanto a la ESPERANZA: Finalmente la promesa, que anima el seguimiento y la exigencia. «¿Qué debo hacer para heredar la vida eterna?», preguntaba el hombre rico. Es el ámbito de la esperanza cristiana, desde la fe en un Dios para el que todo es posible y desde el compromiso por vivir siguiendo a Jesús de Nazaret. ¿Cómo es el Reino de Dios que nos presenta el pasaje? ¿Podremos formar parte de él?

3. Oración (oratio). Lo que yo digo a Dios y lo que Dios me dice a partir del texto.

Habla ahora a Dios. La oración es la respuesta a las sugerencias e inspiraciones, al mensaje que Dios te ha dirigido en su Palabra. Haz silencio dentro de ti y acoge las palabras de Jesús en tu corazón. Ora con sinceridad con confianza. Orar es permitir que la Palabra, acogida en el corazón, se exprese con los sentimientos que ella misma suscita: acción de gracias, alabanza, adoración, súplica, arrepentimiento… Es el momento de la celebración personal y comunitaria. Sobre todo, deja hablar a Dios nuestro Padre. Practicando estas palabras, terminarás por transformarte en El

Jesús le miró fijamente con cariño…». Cada llamada al seguimiento va acompañada de esta mirada cariñosa de Jesús, de su invitación a crecer en intimidad con él. Sabemos de nuestra incapacidad para hacer en solitario el camino del Reino: el Señor, para quien todo es posible, es nuestra guía y nuestra fuerza.

Oración compartida.

Celebramos el ENCUENTRO CANTANDO juntos «Eres mi riqueza», u otra canción que conozca el grupo.

4. Acción misionera (actio). Hágase en mi según tu palabra

Todo encuentro con el Señor de la vida, presente en su Palabra, culmina en la misión. Hay que cumplir la Palabra, para no ser condenado por ella. La Palabra, si se ha hecho con sinceridad los pasos anteriores, posee luz suficiente para iluminar nuestra vida, y fuerza para ser llevada a la práctica. El fruto esencial de la Palabra es la caridad. Deberíamos acabar pronunciando las palabras de la entrega misionera del profeta ante el Señor, que pide nuestra colaboración : “Aquí estoy, envíame” (Is 6,8). María, tras escuchar la Palabra y darle su aceptación, se puso en camino (Lc 1,39).

En relación con la CARIDAD: ¿Qué nos estorba en el seguimiento de Jesús?El afán de consumo al que nos empuja la sociedad nos ponen en la piel del rico del evangelio.¿Puedo seguir a Jesús desde la abundancia mientras la inmensa mayoría de los seres humanos pasan hambre? ¿Qué estoy haciendo para liberarme de este consumismo?

Miguel Maestre Muñoz, cmf

Start typing and press Enter to search