Una Voz que me dice… Mc 1, 29-39

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«Una voz que me dice…»

(S. A. Mª. Claret. Autobiografía 114)

PRÁCTICA DE LA LECTIO DIVINA EN GRUPO

4 de Febrero de 2018: V Domingo Tiempo Ordinario

Disposición espiritual.

Haz silencio, exterior e interior. Invoca al Espíritu Santo con esta u otra oración: ¡Oh Señor Jesús!; te pido la alegría de comprender puramente tus palabras, inspiradas por tu Santo Espíritu. Amén.

Texto: Mc 1, 29-39

1. Lectura (lectio). Lo que el texto dice

Lee y relee tranquila y detenidamente este pasaje bíblico fijándote bien en todos los detalles. Descubre sus recursos literarios, las acciones, los verbos, los sujetos, el ambiente descrito, su mensaje. Tras un momento de silencio descubrimos juntos qué dice el texto.

Ya vimos la semana pasada que el evangelio de este domingo y del anterior forman parte de una composición que ha reunido en un solo día diversas acciones de Jesús, en las que se hace presente el Reinado de Dios anunciado por él.

Estos espacios delimitan tres escenas en las que Jesús se relaciona con la gente y con sus discípulos. Las dos primeras están vinculadas: en ambas, la actividad de Jesús consiste en curar, y estas curaciones tienen lugar en la casa y en la puerta de la casa. La primera escena describe una de estas curaciones con cierto detalle: Jesús sana a la suegra de Pedro mediante el contacto personal y físico (tomando su mano). Y para que quede constancia de la acción de Jesús, el evangelista cuenta a continuación el efecto de la curación.

El servicio es uno de los rasgos que caracterizan a los discípulos de Jesús, de modo que después de haber sido curada, la suegra de Pedro se comporta como una discípula.

La curación de la suegra de Pedro sirve como modelo de las diversas curaciones que se describen en la segunda escena. Es una forma de decir que lo que le pasó a ella les ocurrió a muchos más. La acción se desarrolla al atardecer, cuando según la mentalidad judía comienza el nuevo día, agolpándose toda la población en la puerta de la casa de Pedro.

Esto no es nuevo en el evangelio. Si recordáis, en el pasaje del domingo pasado leíamos algo similar. Y en otros pasajes pide silencio no sólo a los demonios, sino también a algunos a los que cura y a sus propios discípulos. Es el recurso que utiliza Marcos para que, tras comprobar las acciones extraordinarias de Jesús, la gente no se haga una imagen parcial y errónea de su persona y misión. La revelación de la identidad de Jesús se completa en su pasión, muerte y resurrección.

La tercera escena tiene lugar a la mañana siguiente. Pedro expresa la voluntad de los habitantes de Cafarnaún y seguramente también la suya: todo el mundo está admirado por las obras que realiza su Maestro. Sin embargo, en la respuesta de Jesús se manifiesta algo muy distinto.

Si ahora volvemos a leer juntos el evangelio del domingo pasado y el de este domingo podremos descubrír en ellos un modelo de lo que debe ser la evangelización: el anuncio debe ir acompañado de acciones liberadoras; debe llegar a todos los lugares, no sólo al espacio religioso; la Buena Noticia es para todos, especialmente para los que sufren y no están bien; el anuncio de la Buena Noticia nace de la experiencia del encuentro con Dios… Este modelo puede servirnos para revisar cómo es en nuestro grupo o en nuestra parroquia el anuncio del evangelio.

2. Meditación (meditatio). Lo que el texto me dice

Permite que lo leído baje hasta el corazón y encuentre en él un centro de acogida donde pueda resonar con todas las vibraciones posibles. Es Dios mismo quien te atrae y te habla al corazón. Se trata de una “rumia” -ruminatio- que va haciendo que la Palabra vaya calando dentro, hasta quedar del todo hecha carne propia. Déjate seducir por la Palabra. Sigue sus hondos impulsos. Quédate con algún verso o frase.

La actividad de Jesús y sus palabras, la relación que tiene con la gente y con los discípulos, su cercanía con Dios, no son para nosotros anécdotas del pasado. Su preocupación por los que sufren y el anuncio de la Buena Noticia del Reino definen el estilo de vida de los que le seguimos como discípulos.

Una vez que hemos comprendido el mensaje del texto con claridad, meditemos y actualicemos juntos la Palbra de Dios.

Tras leer el evangelio de hoy, ¿Qué hemos aprendido sobre Jesús?

En este pasaje, como en otros muchos del evangelio, descubrimos a Jesús buscando el encuentro íntimo con el Padre. La oración es expresión de la fe vivida como confianza en Dios. ¿Cómo es nuestra vida de oración? ¿Qué experiencia tenemos de encuentro con Dios?

Curó a muchos, expulsó demonios, anunció la Buena Noticia de Dios para la humanidad. El Reino se iba manifestando en cada paso que daba Jesús. Sus seguidores hoy, los que caminamos tras sus huellas, ¿Qué signos del Reino descubrimos que animen nuestra esperanza?

3. Oración (oratio). Lo que yo digo a Dios y lo que Dios me dice a partir del texto.

Habla ahora a Dios. La oración es la respuesta a las sugerencias e inspiraciones, al mensaje que Dios te ha dirigido en su Palabra. Haz silencio dentro de ti y acoge las palabras de Jesús en tu corazón. Ora con sinceridad con confianza. Orar es permitir que la Palabra, acogida en el corazón, se exprese con los sentimientos que ella misma suscita: acción de gracias, alabanza, adoración, súplica, arrepentimiento… Es el momento de la celebración personal y comunitaria. Sobre todo, deja hablar a Dios nuestro Padre. Practicando estas palabras, terminarás por transformarte en El

«De madrugada se fue a un lugar solitario y allí se puso a orar». Hacer silencio y orar para comprender la voluntad de Dios. Escuchar su voz, intimar con él. Que nuestras manos sean las suyas que cuidan del enfermo; que nuestro corazón sea el suyo que ama al enemigo; que nuestra voz sea su Palabra encarnada que anuncia vida, salvación, esperanza, paz… a todos sus hijos. Porque para eso también nosotros hemos venido.

ORAMOS espóntaneamente y compartimos nuestra oración con los demás miembros del grupo.

Recitamos juntos el SALMO responsorial de hoy 146:

Alabad al Señor, que la música es buena;

nuestro Dios merece una albanza armoniosa.

El Señor reconstruye Jerusalén,

reúne a los deportados de Israel.

ALABAD AL SEÑOR, QUE SANA LOS CORAZONES QUEBRANTADOS

El sana los corazones destrozados,

venda sus heridas.

Cuenta el número de las estrellas,

a cada una llama por su nombre.

ALABAD AL SEÑOR, QUE SANA LOS CORAZONES QUEBRANTADOS

Nuestro Señor es grande y poderoso,

su sabiduría no tiene medida.

El Señor sostiene a los humildes,

humilla hasta el polvo a los malvados.

ALABAD AL SEÑOR, QUE SANA LOS CORAZONES QUEBRANTADOS

4. Acción misionera (actio). Hágase en mi según tu palabra

Todo encuentro con el Señor de la vida, presente en su Palabra, culmina en la misión. Hay que cumplir la Palabra, para no ser condenado por ella. La Palabra, si se ha hecho con sinceridad los pasos anteriores, posee luz suficiente para iluminar nuestra vida, y fuerza para ser llevada a la práctica. El fruto esencial de la Palabra es la caridad. Deberíamos acabar pronunciando las palabras de la entrega misionera del profeta ante el Señor, que pide nuestra colaboración : “Aquí estoy, envíame” (Is 6,8). María, tras escuchar la Palabra y darle su aceptación, se puso en camino (Lc 1,39).

    • Como discípulos de Jesús, y siguiendo lo que hemos leído en el pasaje ¿Qué aspectos deben expresarse en nuestro compromiso cristiano?

    • No es el éxito o la fama lo que persigue Jesús. En esta jornada ejemplar que nos ofrece Marcos queda claro que sólo Dios marca su camino. Y tiene tiempo para orar, expulsar demonios, curar, anunciar el evangelio… ¿En qué medida nuestra vida responde al proyecto de Dios? ¿A qué dedicamos el tiempo de nuestra jornada?

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