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«Una voz que me dice…»
(S. A. Mª. Claret. Autobiografía 114)
PRÁCTICA DE LA LECTIO DIVINA EN GRUPO
21 de Enero de 2018: III Domingo Tiempo Ordinario
Disposición espiritual.
Haz silencio, exterior e interior. Invoca al Espíritu Santo con esta u otra oración: ¡Oh Señor Jesús!; te pido la alegría de comprender puramente tus palabras, inspiradas por tu Santo Espíritu. Amén.
Texto: Mc 1, 14-20
1. Lectura (lectio). Lo que el texto dice
Lee y relee tranquila y detenidamente este pasaje bíblico fijándote bien en todos los detalles. Descubre sus recursos literarios, las acciones, los verbos, los sujetos, el ambiente descrito, su mensaje. Tras un momento de silencio descubrimos juntos qué dice el texto.
El episodio de la llamada a los primeros discípulos está precedido por unos versículos que le sirven de marco y de contexto (Mc 1,14-15). Jesús viene del desierto, donde ha recibido el bautismo de Juan (Mc 1,9-11) y ha sido sometido a la tentación (Mc 1,12-13). El arresto del Bautista parece provocar su traslado a un nuevo escenario. En Galilea, la tierra donde se había criado, Jesús da comienzo a su vida pública.
La llegada del Reino exige conversión y fe. Marcos hace ver que la mejor manera de concretar esta exigencia consiste en seguir a Jesús. Por eso ha vinculado tan estrechamente el anuncio de la Buena Noticia con la vocación de los primeros discípulos (Mc 1,16-20). Pasando junto al lago de Galilea, Jesús encuentra a un grupo de pescadores enfrascados en su tarea cotidiana…
Históricamente podría resultar chocante que un grupo de hombres respondan de un modo tan radical a la llamada de un desconocido. Pero Marcos no pretende relatamos una crónica de los hechos. De ahí las diferencias con la versión de este mismo episodio que Juan nos ofrecía el domingo pasado. Lo que intenta el evangelista es reflejar los rasgos esenciales del discipulado cristiano, más allá de las circunstancias concretas en que éste se realice.
El discipulado es siempre una respuesta. La iniciativa viene de Jesús. Es él quien llama a los que quiere. Ser discípulo significa, antes que nada, seguir a Jesús, estar con él y compartir su estilo de vida. En segundo lugar, la vocación cristiana es siempre una «con-vocación». Jesús no llama a individuos aislados. Los llama para vivir en comunidad porque sólo la fraternidad puede hacer creíble el mensaje del Reino. Finalmente, no hay vocación que no esté orientada a la misión. La llamada a colaborar en el anuncio de la Buena Noticia es urgente y no admite condiciones. Implica total disponibilidad y capacidad de hacer renuncias. Ante ella es necesario hacer una opción de vida. No violenta a las personas, pero les pide que pongan todo lo que son y saben hacer al servicio del Reino.
No es extraño que, a partir de este momento, Jesús aparezca siempre acompañado de sus discípulos. Seguirle a él será la única manera de conocerle y entrar en la lógica del Reino que anuncia. Sólo poniéndonos en el lugar de los discípulos, colocándonos detrás de Jesús y poniendo en él nuestra mirada, podremos también nosotros leer con provecho el evangelio de Marcos y descubrir el mensaje que encierra para nuestra vida.
2. Meditación (meditatio). Lo que el texto me dice
Permite que lo leído baje hasta el corazón y encuentre en él un centro de acogida donde pueda resonar con todas las vibraciones posibles. Es Dios mismo quien te atrae y te habla al corazón. Se trata de una “rumia” -ruminatio- que va haciendo que la Palabra vaya calando dentro, hasta quedar del todo hecha carne propia. Déjate seducir por la Palabra. Sigue sus hondos impulsos. Quédate con algún verso o frase.
La llamada de Jesús a los primeros discípulos no es sólo un hecho del pasado. El sigue haciéndose el encontradizo y pasa a nuestro lado para invitarnos a proclamar con él la Buena Noticia. También nosotros somos sus colaboradores en la tarea del Reino. También nosotros «tenemos vocación». Por eso, escuchando sus palabras como dirigidas a cada uno y dejándonos interpelar por la respuesta de sus primeros seguidores, reflexionamos juntos:
-Al llegar a Galilea, Jesús comienza a proclamar su mensaje. El Reino que él anuncia debe ser acogido en la fe: ”Creed en el Evangelio». ¿Cómo afecta este anuncio a mi vida de creyente, es decir, a mi modo de ver a Dios y de relacionarme con él?
-La invitación a entrar en el Reino sigue vigente, Jesús sigue llamándonos a ser sus discípulos. ¿Cómo y donde percibo en mi vida esa llamada?
-Jesús anuncia que el Reino de Dios está cerca. ¿De qué modo condiciona ese mensaje mi modo de vivir en esperanza?
3. Oración (oratio). Lo que yo digo a Dios y lo que Dios me dice a partir del texto.
Habla ahora a Dios. La oración es la respuesta a las sugerencias e inspiraciones, al mensaje que Dios te ha dirigido en su Palabra. Haz silencio dentro de ti y acoge las palabras de Jesús en tu corazón. Ora con sinceridad con confianza. Orar es permitir que la Palabra, acogida en el corazón, se exprese con los sentimientos que ella misma suscita: acción de gracias, alabanza, adoración, súplica, arrepentimiento… Es el momento de la celebración personal y comunitaria. Sobre todo, deja hablar a Dios nuestro Padre. Practicando estas palabras, terminarás por transformarte en El
A la luz de la Palabra hemos descubierto que nuestro Camino de seguimiento está lleno de luces y de sombras. Ahora, presentamos al Señor nuestra oración.
Compartimos nuestra ORACIÓN según el pasaje resuene en cada uno de nosotros.
Celebramos nuestro seguimiento del Señor cantando:
TU HAS VENIDO A LA ORILLA
(Gabaraín)
Tú has venido a la orilla,
no has buscado ni a sabios ni a ricos.
Tan sólo quieres que yo te siga.
SEÑOR, ME HAS MIRADO A LOS OJOS
SONRIENDO HAS DICHO MI NOMBRE.
EN LA ARENA HE DEJADO MI BARCA:
JUNTO A TI, BUSCARÉ OTRO MAR.
Tú sabes bien lo que tengo,
en mi barca no hay oro ni espada,
tan sólo redes y mi trabajo.
(Estribillo)
Tú necesitas mis manos,
mi cansancio que a otros descanse,
amor que quiera seguir amando.
(Estribillo)
Tú, pescador de otros lagos,
ansia eterna de hombres que esperan.
Amigo bueno que así me llamas.
4. Acción misionera (actio). Hágase en mi según tu palabra
Todo encuentro con el Señor de la vida, presente en su Palabra, culmina en la misión. Hay que cumplir la Palabra, para no ser condenado por ella. La Palabra, si se ha hecho con sinceridad los pasos anteriores, posee luz suficiente para iluminar nuestra vida, y fuerza para ser llevada a la práctica. El fruto esencial de la Palabra es la caridad. Deberíamos acabar pronunciando las palabras de la entrega misionera del profeta ante el Señor, que pide nuestra colaboración : “Aquí estoy, envíame” (Is 6,8). María, tras escuchar la Palabra y darle su aceptación, se puso en camino (Lc 1,39).
-No es posible entrar en el Reino sin cambiar de mentalidad. ¿Qué tipo de conversión me invita a llevar a cabo este pasaje?
-La respuesta a la llamada debe ser renovada cada día. ¿Cómo estoy viviendo en este momento de mi vida el seguimiento de Jesús? ¿Qué significa hoy, para mí, ser su discípulo/a?