Una Voz que me dice…Lectio Divina comunitaria. Jn 10, 1-10

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PRÁCTICA DE LA LECTIO DIVINA EN GRUPO

07 de Mayo de 2017: DOMINGO IV de PASCUA

Disposición espiritual.

Haz silencio, exterior e interior. Invoca al Espíritu Santo con esta u otra oración: ¡Oh Señor Jesús!; te pido la alegría de comprender puramente tus palabras, inspiradas por tu Santo Espíritu. Amén.

Texto: Jn 10, 1-10

1. Lectura (lectio). Lo que el texto dice

Lee y relee tranquila y detenidamente este pasaje bíblico fijándote bien en todos los detalles. Descubre sus recursos literarios, las acciones, los verbos, los sujetos, el ambiente descrito, su mensaje. Tras un momento de silencio descubrimos juntos qué dice el texto.

El cuarto domingo de Pascua va ligado a la imagen del buen pastor, cuya descripción ha quedado magistralmente plasmada en el capítulo décimo del evangelio de Juan. Al leer hoy sus primeros versículos, comprobamos que Jesús se identifica no sólo con el pastor, sino con la puerta de las ovejas: dos imágenes que esconden una dura crítica a los dirigentes religiosos de Israel.

En la primera parte de este pasaje (w. 1-5) Jesús propone una «comparación» (v. 6) en la que se habla del pastor en tercera persona. Aunque no llegue a identificarse explícitamente con él (como hará en Jn 10,11.14), está claro que se refiere a sí mismo. Las cualidades que caracterizan a este «buen pastor» serán descritas y completadas a lo largo de todo el discurso, pero ya se adelantan desde el principio. Se dice de él que siempre entra por la puerta en el redil de las ovejas y que una vez dentro llama a las suyas por su nombre y se pone delante de ellas. Éstas, que conocen su voz, la escuchan y le siguen. Son expresiones que hablan de una relación personal de intimidad y confianza absolutamente única entre Jesús y sus discípulos. Pero estas actitudes contrastan con las de otros personajes que aparecen en el pasaje. Son aquellos que Jesús tacha de «ladrones», «salteadores» y «extraños». Expresiones con las que condena la mala gestión de los guías religiosos del pueblo. Por eso la gente no los reconoce como tales, huye de ellos y no les hace caso (v. 8).

En la segunda parte del pasaje, Jesús se identifica dos veces con «la puerta (de las ovejas)». Desarrolla así lo que ya ha dicho hasta ahora, retomando con mucha creati­vidad un elemento -la puerta- que había aparecido en su discurso anterior sobre el pastor (w. 1-2). Esta imagen evo­ca seguridad, acogida, defensa ante el peligro, posibilidad de entrar y salir, de quedarse fuera o dentro. Con ella Jesús se presenta como el paso obligado por el que deben entrar quienes quieran «estar a salvo» y encontrar todo aquello que necesitan. En cambio, los «ladrones y salteadores» han preferido ignorar que sólo a través de él -escuchando su voz, siguiendo sus pasos, identificándose con su proyecto- se tiene acceso seguro a la vida

.

La dificultad para «visualizar» a la vez la imagen de Jesús como pastor y como puerta no parece suponer un problema para el evangelista. En el fondo, ambas vienen a significar lo mismo, pues presentan a Jesús como único mediador de la salvación que Dios ofrece a su pueblo. El últimno versículo del pasaje sintetiza estupendamente esta manera de presentar la misión de Cristo. Frente a quienes provocan la destrucción y la muerte del rebaño, Jesús ha venido para dar vida en plenitud (v. 10).

2. Meditación (meditatio). Lo que el texto me dice

Permite que lo leído baje hasta el corazón y encuentre en él un centro de acogida donde pueda resonar con todas las vibraciones posibles. Es Dios mismo quien te atrae y te habla al corazón. Se trata de una “rumia” -ruminatio- que va haciendo que la Palabra vaya calando dentro, hasta quedar del todo hecha carne propia. Déjate seducir por la Palabra. Sigue sus hondos impulsos. Quédate con algún verso o frase.

En este mundo, en el que muchos andan como «oveja sin pastor», a merced de la rapiña de tantos «ladrones y salteadores», los creyentes tenemos la suerte de seguir a uno que es a la vez «pastor» y «puerta», dos imágenes que Jesús se aplica a sí mismo y que nos aseguran que estamos en buenas manos, bien protegidos y acompañados.

Jesús es el pastor y la puerta de las ovejas: ¿Cómo te ayudan estas imágenes a conocer mejor al Señor? ¿Qué tipo de relación te invitan a establecer con él?

3. Oración (oratio). Lo que yo digo a Dios y lo que Dios me dice a partir del texto.

Habla ahora a Dios. La oración es la respuesta a las sugerencias e inspiraciones, al mensaje que Dios te ha dirigido en su Palabra. Haz silencio dentro de ti y acoge las palabras de Jesús en tu corazón. Ora con sinceridad con confianza. Orar es permitir que la Palabra, acogida en el corazón, se exprese con los sentimientos que ella misma suscita: acción de gracias, alabanza, adoración, súplica, arrepentimiento… Es el momento de la celebración personal y comunitaria. Sobre todo, deja hablar a Dios nuestro Padre. Practicando estas palabras, terminarás por transformarte en El

Damos gracias porque nuestras vidas y la Iglesia están en manos del Buen Pastor.

Oramos por el Papa, los obispos, sacerdotes y por todos los que tienen responsabilidades en el Pueblo de Dios para que encarnen las mismas actitudes del Buen Pastor.

ORAMOS espontáneamente según el eco o la resonancias que este pasaje haya producido en nosotros.

Recitamos juntos el SALMO 22 correspondiente a la liturgia de hoy:

EL SEÑOR ES MI PASTOR, NADA ME FALTA.”

Por prados de fresca hierba me apacienta.

Hacia las aguas de reposo me conduce,

y conforta mi alma; me guía por senderos de justicia,

en gracia de su nombre.

Aunque pase por valle tenebroso, ningún mal temeré,

porque tú vas conmigo; tu vara y tu cayado, ellos me sosiegan.

Tú preparas ante mí una mesa frente a mis adversarios;

unges con óleo mi cabeza, rebosante está mi copa.

Sí, dicha y gracia me acompañarán todos los días de mi vida;

mi morada será la casa del Señor a lo largo de los días….”

4. Acción misionera (actio). Hágase en mi según tu palabra

Todo encuentro con el Señor de la vida, presente en su Palabra, culmina en la misión. Hay que cumplir la Palabra, para no ser condenado por ella. La Palabra, si se ha hecho con sinceridad los pasos anteriores, posee luz suficiente para iluminar nuestra vida, y fuerza para ser llevada a la práctica. El fruto esencial de la Palabra es la caridad. Deberíamos acabar pronunciando las palabras de la entrega misionera del profeta ante el Señor, que pide nuestra colaboración : “Aquí estoy, envíame” (Is 6,8). María, tras escuchar la Palabra y darle su aceptación, se puso en camino (Lc 1,39).

Salvando las distancias, ¿cómo podrías ser para los demás «pastor» y «puerta»? ¿Qué actitudes y acciones te sugieren estas imágenes como seguidor de Jesús?

Yo soy la puerta: quien entre por mí se salvará”: ¿De qué esperanza de salvación te habla este pasaje?

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