Una Voz que me dice… Lc 2, 22-40

 

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«Una voz que me dice…»

(S. A. Mª. Claret. Autobiografía 114)

PRÁCTICA DE LA LECTIO DIVINA EN GRUPO

31 de Diciembre de 2017: DOMINGO DE LA SAGRADA FAMILIA

Disposición espiritual.

Haz silencio, exterior e interior. Invoca al Espíritu Santo con esta u otra oración: ¡Oh Señor Jesús!; te pido la alegría de comprender puramente tus palabras, inspiradas por tu Santo Espíritu. Amén.

Texto: Lc 2, 22-40

1. Lectura (lectio). Lo que el texto dice

Lee y relee tranquila y detenidamente este pasaje bíblico fijándote bien en todos los detalles. Descubre sus recursos literarios, las acciones, los verbos, los sujetos, el ambiente descrito, su mensaje. Tras un momento de silencio descubrimos juntos qué dice el texto.

El pasaje que hoy leemos pertenece a los dos primeros capítulos del relato de Lucas, que contienen el denominado «evangelio de la infancia». En él descubrimos la mirada creyente de los primeros cristianos que supieron expresar, desde la experiencia pascual, su fe en Jesús resucitado. Estos primeros capítulos, igual que el «evangelio de la infancia de Mateo», recogen los grandes temas que atraviesan la obra de Lucas. Vamos a fijarnos en tres de esos temas: la presencia de la ley y el Espíritu, la salvación universal y el testimonio-rechazo.

Habréis observado el contraste que se establece en este pasaje entre ley y Espíritu. Además, la ley aparece siempre relacionada con María, José y Jesús, mientras que el Espíritu está unido a la persona de Simeón. La sagrada familia se somete a la ley del Antiguo Testamento que prescribía la purificación de la mujer después de dar a luz (Lv 12,28) y la presentación del primogénito en el templo (Ex 13,2.12-13). Por su parte, Simeón es un hombre movido por el Espíritu Santo.

El evangelista está expresando de esta manera que lo viejo y lo nuevo se entrelazan, que existe una continuidad en la promesa y que el centro del tiempo hacia donde tiende la ley y donde se despliega el Espíritu es Jesús, el niño presentado en el templo. Le reciben Simeón y Ana.

María, José y el niño son acogidos en el templo, en el centro de la vida religiosa judía, por el anciano Simeón. Junto a la profetisa Ana, representan la antigua alianza, personifican a los judíos fieles que esperaban la salvación, la liberación definitiva de Israel. Y la encuentran en Jesús. Fijaos cómo el anciano recibe al niño en sus brazos, lo ve y lo acoge; observad cómo Ana proclama que la liberación comienza a realizarse: Lucas está diciendo que así es como se debe recibir el mensaje cristiano.

El evangelista apunta también un tema que desarrollará largamente a lo largo de todo su evangelio: la universalidad de la salvación. Jesús no ha sido enviado sólo al pueblo elegido, sino que su salvación se dirige a toda la humanidad.

El anciano Simeón dirige a María unas palabras enigmáticas. Hablan de acogida y de rechazo (Lc 2,34-35).

Es la historia de la vida de Jesús contada en pocas palabras, una vida llena de glorias y humillaciones. Es también la historia de Israel, dividido por la venida de Jesús. Sobre María recae la división, el desgarro, porque es madre de Jesús y parte del pueblo elegido. Pero esta ruptura, madurará desde la fe y la cruz, provocará un nuevo alumbramiento; ella es la madre del nuevo Israel y la madre de los creyentes. Acompañó, junto a José, el crecimiento de su hijo y hoy son modelo a seguir para todas las familias cristianas.

2. Meditación (meditatio). Lo que el texto me dice

Permite que lo leído baje hasta el corazón y encuentre en él un centro de acogida donde pueda resonar con todas las vibraciones posibles. Es Dios mismo quien te atrae y te habla al corazón. Se trata de una “rumia” -ruminatio- que va haciendo que la Palabra vaya calando dentro, hasta quedar del todo hecha carne propia. Déjate seducir por la Palabra. Sigue sus hondos impulsos. Quédate con algún verso o frase.

María y José no lo tuvieron todo claro desde el principio fueron creciendo en la le y dejándose ayudar por las personas que Dios ponía en su camino, como Simeón y Ana. Así fueron configurando una familia abierta a la voluntad de Dios. Ellos son modelos excelentes para nuestra vida familiar y social, llamada a permanecer siempre atenta a la novedad del Espíritu.

Simeón y Ana se sienten agraciados porque han visto a Jesús, el Salvador. ¿Dónde veo hoy al Salvador? ¿Lo cojo con los brazos abiertos como estos dos personajes que se movian en torno al templo?

¿Hasta qué punto la familia de Nazaret es modelo de fe para mi familia, para mi comunidad?

Simeón y Ana aguardaban orando en el templo al Mesías prometido y supieron descubrirlo en un niño. ¿Espero en mi vida al Salvador? ¿Cómo? ¿Dónde?

La familia de Nazaret, ¿me invita a implicarme con ahínco en la construcción y revalorización de la familia cristiana?

3. Oración (oratio). Lo que yo digo a Dios y lo que Dios me dice a partir del texto.

Habla ahora a Dios. La oración es la respuesta a las sugerencias e inspiraciones, al mensaje que Dios te ha dirigido en su Palabra. Haz silencio dentro de ti y acoge las palabras de Jesús en tu corazón. Ora con sinceridad con confianza. Orar es permitir que la Palabra, acogida en el corazón, se exprese con los sentimientos que ella misma suscita: acción de gracias, alabanza, adoración, súplica, arrepentimiento… Es el momento de la celebración personal y comunitaria. Sobre todo, deja hablar a Dios nuestro Padre. Practicando estas palabras, terminarás por transformarte en El

Mirando a la familia de Nazaret habremos recordado familias que no pueden estar juntas por desavenencias, problemas de trabajo, migración… También habremos recordado la escasa popularidad que tienen los valores familiares cristianos en nuestra sociedad. Queremos agradecer, alabar a Dios por nuestras familias, pedirle fuerzas para el compromiso… Dirijamos, en este momento, una mirada orante a la Sagrada Familia.

ORACIÓN compartida.

Cantamos un villancico que sepamos todos. Proponemos este:

La Virgen está lavando

y tendiendo en el romero,

los pajarillos cantando,

y el romero floreciendo.

PERO MIRA COMO BEBEN

LOS PECES EN EL RÍO,

PERO MIRA COMO BEBEN

POR VER AL DIOS NACIDO.

BEBEN Y BEBEN Y VUELVEN A BEBER,

LOS PECES EN EL RÍO

POR VER A DIOS NACER.

La Virgen se está peinando

entre cortina y cortina,

sus cabellos son de oro,

el peine de plata fina.

(Estribillo)

La Virgen va caminando

por entre aquellas palmeras,

el Niño mira en sus ojos,

el color de la vereda.

(Estribillo)

4. Acción misionera (actio). Hágase en mi según tu palabra

Todo encuentro con el Señor de la vida, presente en su Palabra, culmina en la misión. Hay que cumplir la Palabra, para no ser condenado por ella. La Palabra, si se ha hecho con sinceridad los pasos anteriores, posee luz suficiente para iluminar nuestra vida, y fuerza para ser llevada a la práctica. El fruto esencial de la Palabra es la caridad. Deberíamos acabar pronunciando las palabras de la entrega misionera del profeta ante el Señor, que pide nuestra colaboración : “Aquí estoy, envíame” (Is 6,8). María, tras escuchar la Palabra y darle su aceptación, se puso en camino (Lc 1,39).

¿A qué me compromete concretamente este evangelio que hemos leído?

El ejemplo de la familia de Nazaret, dispuesta a cumplir en todo la voluntad de Dios ¿qué pasos concretos me invita a dar en mi vida familiar? ¿Cómo podemos ayudarnos para formar una familia abierta y comprometida en la construcción de una sociedad mejor?

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