Una Voz que me dice: Jn 20, 19-23

Versión imprimible: [wpdm_package id=’4689′]

«Una voz que me dice…»

(S. A. Mª. Claret. Autobiografía 114)

PRÁCTICA DE LA LECTIO DIVINA EN GRUPO

04 de Junio de 2017: DOMINGO DE PENTECOSTÉS

Disposición espiritual.

Haz silencio, exterior e interior. Invoca al Espíritu Santo con esta u otra oración: ¡Oh Señor Jesús!; te pido la alegría de comprender puramente tus palabras, inspiradas por tu Santo Espíritu. Amén.

Texto: Jn 20, 19-23

1. Lectura (lectio). Lo que el texto dice

Lee y relee tranquila y detenidamente este pasaje bíblico fijándote bien en todos los detalles. Descubre sus recursos literarios, las acciones, los verbos, los sujetos, el ambiente descrito, su mensaje. Tras un momento de silencio descubrimos juntos qué dice el texto.

Cincuenta días después de haber celebrado la resurrección de Jesús, concluimos hoy el tiempo de Pascua. Pentecostés es la «Pascua granada», la Pascua madura que produce su fruto más sabroso: el envío del Espíritu Santo. Algunos comentaristas han llamado a este episodio el «Pentecostés del cuarto evangelio». En él se habla claramente de la venida del Espíritu sobre los apóstoles, pero este acontecimiento no aparece situado temporalmente cincuenta días después de la Pascua. Presenta las cosas como si todo hubiera sucedido el mismo día de la resurrección. Juan está sumamente interesado en mostrar la estrecha relación que existe entre la resurrección de Jesús y la efusión del Espíritu como aspectos complementarios de una misma realidad.

La imagen utilizada por el evangelista es muy gráfica. El Espíritu Santo aparece aquí simbolizado por el mismo aliento vital del Resucitado, que «sopla» sobre sus discípulos. Esto nos recuerda el mismo gesto que Dios hizo al crear al ser humano, según puede leerse en Gn 2,7.

La donación del Espíritu Santo hace de los discípulos personas nuevas y recreadas, los libera de su vieja condición de «encerrados» y los prepara para asumir nuevos desafíos. De hecho, el evangelio de Juan vincula este acontecimiento con el envío a la misión, situando una cosa a continuación de la otra en el relato. Jesús envía a los suyos como él mismo ha sido enviado por el Padre, pero no los deja solos, sino que les entrega el Espíritu para que puedan llevar a cabo su misión. Sin eso, la comunidad no hubiera superado sus «miedos». La Iglesia no se habría puesto jamás en marcha.

Un rasgo típico del cuarto evangelio consiste en introducir en este contexto el tema del perdón de los pecados, con lo que la misión encomendada a los discípulos se presenta como una tarea de reconciliación universal. La donación del Espíritu a los discípulos es algo que Jesús lo había prometido repetidamente a los discípulos durante su despedida en la última cena.

El evangelio de Juan concede una importancia fundamental al papel que el Espíritu Santo desempeña en la comunidad cristiana tras la Pascua. En cuanto a su origen, se subraya que procede del Padre, quien lo envía a los creyentes gracias a la intercesión de Jesús glorificado. Al llamarle «paráclito» se le califica a la vez de «ayudante», «protector», «abogado», «defensor», «intercesor»… Su asistencia constante hará que los creyentes aprendan a soportar la ausencia física del Maestro y reconozcan su nueva presencia como Resucitado. Acompañados constantemente por el Espíritu, no se sentirán solos. Sostenidos por su testimonio a favor de Jesús, podrán ser sus testigos en medio del mundo. Gracias a su iluminación como maestro interior se harán cargo de la «verdad completa» y podrán comprender y actualizar el sentido de las palabras del Señor, manteniendo viva su memoria.

2. Meditación (meditatio). Lo que el texto me dice

Permite que lo leído baje hasta el corazón y encuentre en él un centro de acogida donde pueda resonar con todas las vibraciones posibles. Es Dios mismo quien te atrae y te habla al corazón. Se trata de una “rumia” -ruminatio- que va haciendo que la Palabra vaya calando dentro, hasta quedar del todo hecha carne propia. Déjate seducir por la Palabra. Sigue sus hondos impulsos. Quédate con algún verso o frase.

Hoy también puede ser Pentecostés. Y el Señor Jesús, que derramó su Espíritu sobre nosotros el día de nuestro bautismo, no deja de renovar ese don para que podamos continuar la misión que él mismo recibió del Padre.

El Espíritu Santo ha sido llamado muchas veces “el Gran Desconocido”: ¿Cómo te ayudan los textos bíblicos que hemos leído y comentado para conocer mejor quién es y cómo actúa? ¿qué experiencia tienes de su acción en tu vida?

Como dijo el patriarcar Ignacio en un texto leido en el consejo mundial de las iglesias, reunido en Upsala, el Espíritu Santo es el alma de la Iglesia:

«Sin el Espíritu Santo, Dios está lejos, Cristo se queda en el pasado,

el Evangelio en letra muerta, la Iglesia no pasa de simple organización, la autoridad se convierte en dominio, la misión en propaganda, el culto en evocación, y el quehacer de los cristianos en una moral propia de esclavos».

«Pero en él, el cosmos se levanta y gime en la infancia del Reino,

Cristo ha resucitado, el Evangelio aparece como potencia de vida, la Iglesia como comunión trinitaria, la autoridad es un servicio liberador, la misión un Pentecostés, la liturgia memorial y anticipación, la acción humana es deificada.”

También hoy los cristianos vivimos a menudo «encerrados» y con miedo, reacios a la esperanza. ¿No será que nos resistimos a dejarnos mover por el Espíritu? ¿En qué aspectos debería cambiar esta situación si nos hiciéramos más dóciles a su acción?

Sin el Espíritu, la oración sería un diálogo imposible. Es él quien gime en nosotros para que podamos rezar como nos conviene. Movidos por él nos ponemos una vez más ante el Padre para pedirle que nunca nos falte su ayuda y fortaleza.

3. Oración (oratio). Lo que yo digo a Dios y lo que Dios me dice a partir del texto.

Habla ahora a Dios. La oración es la respuesta a las sugerencias e inspiraciones, al mensaje que Dios te ha dirigido en su Palabra. Haz silencio dentro de ti y acoge las palabras de Jesús en tu corazón. Ora con sinceridad con confianza. Orar es permitir que la Palabra, acogida en el corazón, se exprese con los sentimientos que ella misma suscita: acción de gracias, alabanza, adoración, súplica, arrepentimiento… Es el momento de la celebración personal y comunitaria. Sobre todo, deja hablar a Dios nuestro Padre. Practicando estas palabras, terminarás por transformarte en El

Oramos espontáneamente y compartimos nuestra ORACIÓN…

Secuencia de Pentecostés:

Dios Padre para llevar a plenitud el misterio pascual,

enviaste hoy el Espíritu Santo

sobre los que habías adoptado como hijos

por su participación en Cristo.

Aquel mismo Espíritu

que, desde el comienzo,

fue el alma de la Iglesia naciente;

el Espíritu que infundió el conocimiento de Dios

a todos los pueblos:

el Espíritu que congregó en la confesión de la misma fe

a los que el pecado había dividido

en diversidad de lenguas.

Por eso te cantamos como el único

que eres tres veces santo. Amén.

4. Acción misionera (actio). Hágase en mi según tu palabra

Todo encuentro con el Señor de la vida, presente en su Palabra, culmina en la misión. Hay que cumplir la Palabra, para no ser condenado por ella. La Palabra, si se ha hecho con sinceridad los pasos anteriores, posee luz suficiente para iluminar nuestra vida, y fuerza para ser llevada a la práctica. El fruto esencial de la Palabra es la caridad. Deberíamos acabar pronunciando las palabras de la entrega misionera del profeta ante el Señor, que pide nuestra colaboración : “Aquí estoy, envíame” (Is 6,8). María, tras escuchar la Palabra y darle su aceptación, se puso en camino (Lc 1,39).

El Espíritu Santo es el aliento vital del Resucitado que actúa en nosotros. Su presencia no se ve, pero… ¿de qué modo debería notarse en la vida de los creyentes?

«Recibid el Espíritu Santo. A quienes les perdonéis los pecados…». ¿Qué podríamos hacer para concretar en nuestra vida personal y comunitaria esa misión de reconciliación a la que somos enviados?

Start typing and press Enter to search