Una mujer fantástica

La amplitud de miras propia de una cultura pluralista ha levantado el velo que tradicionalmente ha ocultado la realidad de los transexuales. El cine ha abordado en algunas ocasiones historias en las que se contemplaba esta realidad con una mirada reprobadora, unas veces, objetiva y equidistante, también tierna y cercana, otras. Juego de lágrimas, del realizador irlandés Neil Jordan o Transamerica son dos ejemplos, si bien en el segundo caso el personaje transgénero era interpretado por una actriz. No hace mucho se ha estrenado en nuestro país Una mujer fantástica, del realizador chileno Sebastián Lelio, que en la última edición de los premios Oscar consiguió ser galardonada con el premio a la mejor película extranjera; también en nuestro país, obtuvo un premio Goya a la mejor película iberoamericana.

La historia narra la experiencia de Marina, transexual (interpretada por Daniela Guzmán, una actriz transgénero), que al morir el hombre con el que convivía es marginada y denostada por la familia del difunto, y vejada por las autoridades debido a la investigación iniciada para aclarar las circunstancias de la muerte. Ella reivindica su derecho a despedirse de su amante y expresar públicamente su pena y duelo por aquel a quien quería. Sin embargo, encuentra dificultades y la oposición de la exesposa e hijo del fallecido que consideran su condición una aberración inaceptable.

Sebastián Lelio reincide en esta película en una historia de superación de los límites que las convenciones sociales imponen a quienes se resisten a permanecer inmóviles donde supuestamente les dictan que han de estar. Gloria, su película anterior, también se detiene en fijar la mirada en un personaje socialmente marginal (una mujer madura, que aún conserva el deseo de vivir) para reivindicar el derecho a la propia realización. Igualmente, su película posterior, Desobediencia, ofrece una historia igualmente vindicativa de la libertad personal y la capacidad de elección frente a quienes pretenden coartarla en aras de lo socialmente aceptado por la cultura o la religión (es el caso de la ortodoxa comunidad judía que asfixia a sus protagonistas). No sé si voluntariamente o no, Lelio propone una trilogía en torno a la disidencia.

En línea con la identidad sexual de su protagonista, podemos considerar que Una mujer fantástica se constituye también en una película transgenérica en cuanto linda con las convenciones de diversos géneros. Comienza como una comedia romántica, que deriva hacia el melodrama, e incluye momentos propios del cine fantástico.

En un tiempo en que la vindicación pública de los grupos LGBT está a la orden del día, una película como la que nos ocupa, incide en poner a la vista situaciones de quienes tradicionalmente han permanecido ocultos y/o presionados socialmente.

Antonio Venceslá, cmf

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