Un nuevo mundo no es una película cómoda. Ambientada en el mundo de una multinacional norteamericana para la que el beneficio es la ley suprema, retrata los dilemas morales y existenciales de Philippe Lemesle, un ejecutivo, jefe de una planta de la empresa en Francia que se resiste a adoptar las medidas de despido que desde EEUU le exigen para conseguir réditos que satisfagan a los accionistas. Despedir a 58 para salvar el puesto de trabajo de 500. A lo largo de la película, Philippe intenta encontrar soluciones para no llegar al extremo exigido por la empresa. Dialoga con los ejecutivos de otras plantas de producción, con la directora general de la empresa en Francia (un personaje que se revela despreciable), con el comité de empresa; incluso propone medidas alternativas que reducirían los beneficios de los ejecutivos… En suma, se comporta como un buen patrón (aunque en este caso la expresión no tiene la carga irónica que sí encontramos en la película de Fernando León de Aranoa titulada así).
El comienzo de la película (el encuentro del protagonista y su esposa, acompañados por sus abogados para poner fin a su matrimonio) deja entrever lo que ha sido la vida de ese hombre en los últimos años: una dedicación absorbente al trabajo que le condujo a anteponer las exigencias laborales a su propia familia, cosa que terminó por agotar a su esposa incapaz de continuar viviendo una situación llena de tensión que afectó también a sus hijos. El drama personal y laboral se entrecruzan y someten a este hombre a un estrés difícil de soportar.
Un nuevo mundo encierra en su título una promesa, un intento de escapar de una espiral de deshumanización en la que el protagonista se ha visto inmerso. El actor Vincent Lindon encarna con convicción la angustia y el debate interior que vive el protagonista. Con él asistimos al modo de actuación de las multinacionales que anteponen el beneficio a toda consideración. Es particularmente relevante la presencia de director general de la corporación que se reconoce a su vez deudor de una fuerza anónima superior que los mantiene sujetos a todos. No es éste un argumento que justifique el atropello que van a cometer, sino una explicación de su propia debilidad y de la imposibilidad de actuar con libertad y equidad. El posterior diálogo del protagonista con la directora general de la empresa en Francia ratifica el mal endémico que subyace en el entramado de ésta y cualquier otra empresa. Un nuevo mundo nos invita finalmente a confrontarnos con otra manera de hacer las cosas asumiendo los riesgos que conlleva y disfrutando de sus beneficios. Las últimas imágenes de la película nos aportan un sentimiento liberador que visto todo puede resultar tal vez demasiado optimista. O puede ser expresión de los buenos deseos de un realizador empeñado en retratar las distintas caras que podemos ver en este mundo.
Antonio Venceslá Toro, cmf