Un asunto de familia

Un asunto de familia

En un tiempo como el nuestro, en el que el concepto de familia ha adquirido perfiles variados, puede resultar pertinente la propuesta que el realizador japonés Kore-edaHirokazu nos ofrece en Un asunto de familia. Encuestas diversas han subrayado la alta consideración que la institución familiar tiene para los encuestados, como espacio de acogida y amparo emocional. El documento del Sínodo recientemente celebrado, alude también a ello en algún momento.
Acostumbrados a fórmulas convencionales de familia (padre, madre, hijos, abuela…) el comienzo de la película puede descolocar un poco a más de un espectador. Observamos la cotidianeidad de una familia formada por el padre, la madre, la hermana mayor, un hermano pequeño, la abuela. A ellos se une una niña pequeña que el padre y su hijo han rescatado del abandono cuando regresaban a casa después de haber robado menudencias en un supermercado. Es su forma de supervivencia. Cada miembro de la familia aporta lo que puede a ir viviendo como buenamente pueden. Viven en un habitáculo pequeño y cochambroso, donde apenas pueden moverse. ¿Es tan sencilla la hebra de la que tira el director japonés para narrar su historia? No es así. Todo es algo más complejo.
En la filmografía de este realizador es objeto recurrente la familia y la infancia, como espacio ilimitado de experiencias y aprendizajes. Nadie sabe, Milagro o Nuestra hermana pequeña nos ofrecen retratos de niños y familias en situaciones poco convencionales, en las que conviven el desamparo y la necesidad.
En Un asunto de familia se nos proponen interrogantes de cierta enjundia sobre la institución familiar. ¿Acaso no es el amor, el respeto o la preocupación mutua lazos más fuertes que los vínculos de sangre? Porque, digámoslo claramente sin que ello reduzca el interés previo de la película, los protagonistas no están unidos por vínculos de consanguinidad. Han arribado a un puerto común y han encontrado acogida y amparo, unas personas que les quieren, momentos de calma, motivos para la risa… Koreeda amplía el concepto de familia más allá de lo normalmente aceptado para retratar los ejes que lo fundamentan y llenan de sentido. Porque las personas a las que acompañamos durante las dos horas que dura la película sienten la necesidad de la mutua compañía y experimentan el dolor de la ausencia cuando ésta se produce, y saben estar atentos para echar un cable cuando es necesario. Como es lógico una situación así termina, tarde o temprano, por revelarse provisional y encauza unas vidas tan excéntricas hacia los límites de lo considerado socialmente normal.
Pero entretanto nos ha quedado la visión de un universo “familiar” que merece consideración y análisis.

Antonio Venceslá Toro, cmf

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