A los mártires claretianos de Barbastro
al acabar el mes de Agosto,
mes del aniversario de su muerte
I. A LA ESPERA DEL ALBA
De pie, sobre la estancia consagrada
y en un papel-ceniza anochecido,
señalaron el tiempo y el latido,
desnudando la noche enamorada.
Estallan los luceros y una espada
atraviesa el recinto y teje el nido
de un amor en cadena y malherido
en la dulce prisión de una mañana.
Por los muros de miel de aquella estancia,
envueltos en la luz, cuerpos desnudos,
amanecen las horas en un canto:
Al alba llegaremos sin distancia,
desatando los ritos y los nudos
de un llanto contenido mientras tanto.
II. CONSAGRADOS EN LA PLEGARIA DE LA SANGRE
De sangre se vistió la madrugada.
Cuchillos de jazmines en cadenas
por las secretas sendas de las venas
bañan de luz el grito y la mirada.
La noche se interroga enamorada
y arrebata las rosas y azucenas,
ahogando en un clamor todas las penas,
agujas de cristal, carne sellada.
Así, de pronto, el vientre violado
de una tierra sin nombre, a la deriva,
y el alba en pie como un temblor naciendo.
Testigos ya del Reino anticipado,
las luces todas de la noche arriba
y el coral de la sangre amaneciendo.
III. RENACIDOS EN LA MEMORIA DE UN ABRAZO
En el espacio frágil de un torrente
se anidaron sus voces. Ni quimera
ni rosas calcinadas. Yo quisiera
La selva de sus ojos en mi frente.
Paredes del recinto, en la corriente
sensación de los besos y la esfera.
La sangre derramada, en esta hoguera
de mis labios, amor tan diferente.
Atado locamente a este quebranto,
en un tiempo sin horas ni herramientas,
sus manos en mi piel, blandos turpiales:
Seguramente aquí y en este llanto,
en un nido de garzas y tormentas
esta tarde de abejas y panales.
Blas Márquez Bernal, cmf