Trastornos y dolencias…

Recomiendo vivamente a mis lectores que se vacunen cuanto antes contra algunas enfermedades muy dañinas y contagiosas… No, no hablo en esta ocasión del COVID. Me refiero a otras patologías que he apreciado en otros y en mí mismo, y que ponen en serio riesgo la vida cristiana porque endurecen el corazón. Para su reconocimiento y ulterior tratamiento, describo sus síntomas.

AFASIA CONFESANTE. Esta primera enfermedad se manifiesta como un bloqueo vocal que enmudece a las personas y les impide hablar de Dios, rezar o compartir la fe con otros. Esa paralización de los órganos vocales se circunscribe no solo a balbucir, sino incluso a deletrear palabras tan importantes como “Dios Padre”, “Iglesia”, “entrega”… Se tienen noticias de que en estos últimos lustros está atacando con especial crudeza a las familias cristianas, sin respetar edades. Allí hace tiempo que ya no se habla de Dios ni siquiera en vano. Esa parálisis de la fonación desaparece misteriosamente en bautizos, bodas o funerales, pero de forma pasajera. Ni siquiera una fumigación previa logra eliminar esos rebeldes virus afásicos.

TRASTORNO FÓBICO. Esta enfermedad es como una alergia que afecta a personas que deberían implicarse más en sus parroquias, familias  y grupos. Sus síntomas más: temblores en las piernas, horrores nocturnos ante una posible invitación para colaborar como voluntario, un irresistible deseo de desaparecer en fines de semana, en vacaciones o en tiempos libres… Una de sus variantes es el llamado “agorerismo cristiano”. Quien lo padece suele sufrir ataques repentinos de suspiros y lamentos apenas se habla de compromiso, mientras repiten compulsivamente: “No se puede, no se puede…”. Es el mismo cuadro clínico que padecieron personas tristemente famosas como Dña. Nostalgia López o D. Quintín Amarguras.

ESQUIZOMANÍA. Esta enfermedad todavía es más peligrosa porque amenaza con volverse crónica. Se presenta como alternancia ingobernable entre lo que se dice o desea y lo que, de hecho, se hace. Bajo esta  afección, el cerebro produce reflexiones y razonamientos a una velocidad media entre moderada y acelerada, pero sin pasar jamás ni por el corazón ni por el aparato decisional. Esta suerte de esquizofrenia impide unir buenos deseos y buenas obras y desemboca en un “habriaqueísmo” inútil. La padeció D. Dositeo Garbanoso, quien dejó por escrito cinco volúmenes de buenos propósitos -de 500 páginas cada uno-, que jamás intentó poner en práctica.

DESGANITIS SEVERA. Es un estado de semi-trance que se resuelve, en algún caso, en cabezadas o hasta sonoros ronquidos. El paciente tiende a perder contacto con las necesidades del prójimo o las propias obligaciones, y a defenderse con excusas, reservas, impedimentos… y otras falsedades que sólo se cree él mismo. Aparece tan pronto como cuando alguien comienza a hablar de la urgencia de comprometerse. Los expertos nos aseguran, que algunos de estos aquejados, en esos momentos, les da por pintar con su bolígrafo dibujos abstractos en la primera hoja de papel que encuentran. En casos agudos se puede caer hasta en total inconsciencia, que desaparece tan pronto como todos se ponen en pie y comienzan las despedidas.

 

Juan Carlos cmf

(FOTO: Aarón Blanco Tejedor)

 

Start typing and press Enter to search