Nos encontramos en esta primera semana de Septiembre, el día 5 a Teresa de Calcuta, de quien se cumplen 20 años de su fallecimiento. Y, posiblemente, de las santas más “influencers” de la actualidad.
Una santa que nos enseña que la santidad pertenece a todos, no solamente a unos pocos.
«¡La vida es belleza, admírala. La vida es dicha, saboréala. La vida es sueño, hazlo realidad. La vida es un reto, afróntalo. La vida es preciosa, cuídala . La vida es riqueza, consérvala. La vida es promesa, cúmplela. La vida es un himno, cántalo. La vida es una tragedia, domínala. La vida es una aventura, arróstrala. La vida es felicidad, merécela. La vida es la vida, defiéndela!». Y podríamos añadir: “¡La vida es santidad!”
Teresa abandona su convento, cuando se disponía a profesar perpetuamente, para afrontar una nueva aventura: resultó ser una magnífica emprendedora, inspirada por el Espíritu. Y así, con sus Carmelitas de la Caridad, irrumpió en el mundo al estilo del Papa Francisco: «No quiero una Iglesia preocupada por ser el centro, y que termine clausurada en una maraña de obsesiones y procedimientos. Si algo debe inquietarnos santamente y preocupar nuestra conciencia es que tantos hermanos nuestros vivan sin la fuerza, la luz y el consuelo de la amistad de Jesucristo, sin una comunidad de fe que los sostenga, sin un horizonte de sentido y de vida» (La Alegría del Evangelio 49).
Conocí su institución en la Venezuela de los 80: aquella capilla vacía, con solo un Cristo y un grito; «Tengo sed”. No resulta fácil dejar atrás el murmullo de la ciudad que habitamos y que nos habita; tampoco lo es reducir la velocidad, relativizar los criterios de bienestar que todo lo abarcan -consumo, equilibrio, eficacia, contacto…- y decidirse a entrar dentro de nosotros, allí donde resuena el silencio de Dios, como pozo sin fondo, como sed inmensa y como agua que no cesa»… Estaba sola y, sin embargo, compartía con los pobres ese silencio y esa sed. Aquí reside, nos parece, la imagen más real de Teresa, así como el desafío más radical para quienes hoy, como ayer, se decidan a vivir junto a Dios, como ella, en Samaría… La sed de la samaritana es la sed del pueblo y su infidelidad es la de Samaría. La sed de Teresa es la de los pobres, y su soledad es la de Jesús» ¡Vete y haz tú lo mismo! (Lc 10,37). (Tomado de «El rostro y la sed en Teresa de Calcuta»: subtítulo de la tesis de Martín Areta, cmf, titulada «Espiritualidad Samaritana para tiempos líquidos», 2017).
Y tú, ¿de que tienes SED en la vida?
Antonio Bolívar, cmf