El realizador británico Ken Loach sigue fiel a sus 83 años a los principios que han configurado un cine riguroso, siempre interesado por la realidad, particularmente por las personas desclasadas, excluidas, descartadas, injustamente tratadas en una sociedad que privilegia a unos y deja sumidos en la más absoluta indefensión a otros. Es el caso del protagonista de Sorry We Missed You, un modesto padre de familia, con esposa y dos hijos, que se ve a merced de una franquicia inicua que le contrata como repartidor de paquetes (el título de la película hace referencia al aviso que el repartidor deja cuando no ha localizado al destinatario), envolviendo sus necesidades de trabajo bajo la figura ficticia de un trabajador autónomo, sujeto a arbitrariedades y condiciones exigentes que le obligan a trabajar catorce horas diarias, seis días a la semana.
Al mismo tiempo, su esposa (una mujer bondadosa que trata con exquisito respeto y cariño a sus semejantes) trabaja como cuidadora de personas ancianas que no pueden valerse por sí mismas. También sus jornadas de trabajo son largas; cada día ambos llegan a casa cansados, pero atentos por sus hijos (una niña encantadora y un adolescente malhablado y egoísta que les proporciona más motivos de preocupación –absentismo escolar, pequeños robos, faltas de respeto-).
Podríamos pensar que una historia así necesita algún asidero emocional que ayude a sobrellevar tan duras situaciones. Pero no lo hay. Paul Laverty, guionista habitual de Ken Loach, ha construido una historia sin matices, muy dura, que resulta áspera, una prueba para todo espectador que se acerque a un cine con deseos de observar historias ordinarias que retraten las vidas concretas y reales de quienes malviven en nuestra sociedad del bienestar tan mal distribuido.
Resulta penoso, algunos pueden decir que exagerado (aunque solo hay que mirar nuestro alrededor con mirada atenta para observar que no hay exageración), el cúmulo de desgracias que le suceden a nuestra pareja protagonista. Loach nos dice que el malestar laboral repercute en todos los ámbitos de la vida personal y familiar. Trabajan incansables para poder ofrecer a sus hijos y ofrecerse un modo de vida más llevadero, menos cargado de tensión y malestar. Pero lejos de conseguirlo, solo ven que su vida familiar se resiente, se hace difícil atender las necesidades de la hija pequeña y seguir de cerca el día a día desnortado del hijo que parece encaminarse a un destino incierto. Pero en medio de todo, se manifiesta el cariño que les envuelve (tal vez la única vía de salida que nos ofrece la historia), aunque en alguna ocasión parece ser difícil entender tanta bondad y preocupación.
Les invito a acercarse a esta película, doliente y real. El poeta Gabriel Celaya escribió hace muchos años que ofrecía una “poesía para el pobre, poesía necesaria como el pan de cada día, como el aire que exigimos trece veces por minuto…”. Así es el cine de Ken Loach. Su última película es, como otras anteriores, una propuesta educadora de nuestra mirada y observadora de la realidad sin edulcorantes. Que no nos pille ausentes (para no ver ni sentir) y nos encontremos un mensaje que nos dice Sorry We Missed You.
Antonio Venceslá Toro, cmf