Soportar la tensión

En las páginas de prestigioso escritor de espiritualidad encontré este episodio autobiográfico que transcribo. Se trata de un ejemplo bien “profano”, por el que pido disculpas, sin renunciar a traerlo aquí por su ejemplaridad.

Nuestro escritor fue profesor en una escuela secundaria. Un día, en clase, al disertar sobre sexualidad y moralidad, se planteó el tema de la masturbación. Un alumno le cortó el hilo de su conferencia, preguntándole: «¿Usted se masturba?» La primera reacción del profesor fue enojarse por la impertinencia de la pregunta. Dio la espalda a la clase y de cara a la pizarra con el lenguaje de su cuerpo dijo lo que no pronunciaron sus labios («Esta pregunta que usted ha hecho está totalmente fuera de lugar«). Sin embargo, se recuperó de su primera reacción, se dio vuelta y encarando al alumno que había formulado la pregunta dijo: «Mi primera reacción ha sido decirles que esta pregunta es improcedente y más, el hacerla en plena clase. Sin embargo, siendo que ésta es una clase de moral, entiendo que su pregunta tiene mucho valor. Le responderé, entonces, diciendo que sí, que a veces lo hago. Y no me siento orgulloso por hacerlo. No pienso que sea extremadamente malo hacerlo, pero tampoco pienso que esté bien. Sin embargo, tengo la profunda certeza de lo siguiente: Soy mejor cuando no lo hago, porque estoy resistiendo aquella tensión que nosotros, todos nosotros, debemos soportar en esta vida para crecer y madurar. Soy una persona mejor cuando soporto esa tensión”.

Sea cual fuera el acierto de esta respuesta en términos de moral, dice algo sobre aquello que, en último análisis, nos ayuda a mantener la fe y robustecerla. Somos personas mejores cuando soportamos la resistencia contraria que quiere paralizarnos cuando hacemos lo bueno. Lo opuesto es buscar siempre la solución más fácil. Soportar esa presión, especialmente cuando es muy grande, es «creer» y “confiar” en el sentido bíblico. Encontramos ejemplos de esto en la literatura. ¿Qué es lo que hace grande a un héroe o a una heroína? ¿Qué es lo que constituye lo que llamamos «nobleza del alma»? Por lo general asignamos esa cualidad precisamente a la persona que, sin importarle su propia comodidad, necesidad o dolor, está dispuesta, para favorecer un ideal superior, a soportar una gran tensión durante un período largo de tiempo.

Esto es válido para todas las aéreas de la vida, no solamente para la sexualidad. La grandeza del alma está conectada con la capacidad para afrontar ese combate. El gran ejemplo de esto es Jesús sudando sangre en el Huerto de Getsemaní (cf. Lc 22, 39-44). Allí vemos el vínculo necesario entre el sufrimiento y la fe, la obligada conexión entre sudar sangre en un huerto y mantener su fidelidad a su misión. Nadie se mantendrá fiel en un matrimonio, en una amistad, en una vocación, en una familia, en un trabajo o simplemente en su propia integridad personal sin, a veces, sudar sangre en un huerto. Como Jesús.

Juan Carlos cmf

(FOTO: Luis Carlos Bonilla Soto)

 

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