«Vosotros sois la sal de la tierra… Vosotros sois la luz del mundo».
Los seguidores de Jesús tenemos la misión de hacerlo presente a lo largo de la historia. Y eso lo hacemos cuando somos lámparas encendidas y sal no mojada que ha perdido el sabor.
Alguna vez te he invitado a realizar el siguiente ejercicio:
1: Enciende una cerilla. Mientras arde y se consume, piensa qué hace la pequeña llamita: ilumina, quema, calienta, contagia… Cuando ya tengas que apagarla piensa que tú estás llamado o llamada a ser continuamente en el mundo esa llamita sin que nunca se apague.
2: Toma también unos granitos de sal y contémplalos en la palma de tu mano. Llévate alguno a la boca. Y piensa que también tú estás llamado o llamada a ser continuamente en el mundo ese granito de sal.
Que seas siempre luz y sal para los demás.
Buenos días.
Antonio Sanjuán, cmf