«Todo lo ha hecho bien; hace oír a los sordos y hablar a los mudos».
Una persona sorda y muda es una persona que tiene grandes limitaciones para la comunicación con los demás y con lo que le rodea.
Y mucho más limitada era la vida de estas personas en la época de Jesús.
Cuando Jesús en el Evangelio de hoy abre los oídos del sordo y pone las palabras en su boca no sólo cura a un sordo y a un mudo, sino que restablece a una persona en su total dignidad.
Porque esa persona deja de ser una persona excluida y pasa a ser una persona integrada.
Hay otros tipos de sorderas y otras maneras de ser mudos. Podemos ser sordos a la Palabra de Dios, a las llamadas de nuestros hermanos, a los gritos de la creación…
Y mudos también podemos ser para responder a esa Palabra, a esas llamadas y a esos gritos.
Pide al Señor que realice hoy en tí el milagro que realizó en aquel hombre sordomudo.
Que también toque tus oídos y tu lengua y pronuncie su palabra: «EFFETÁ». Esto es: «ÀBRETE». Buenos días.
Antonio Sanjuán, cmf