«Jesús iba camino de una ciudad llamada Naín. Cuando se acercaba a la puerta de la ciudad, resultó que sacaban a enterrar a un muerto, hijo único de su madre, que era viuda. Al verla el Señor, se compadeció de ella y le dijo: «No llores». Y acercándose al ataúd, lo tocó y dijo: «¡Muchacho, a tí te lo digo, levántate». El muerto se incorporó y empezó a hablar, y se lo entregó a su madre».
Jesús no sólo consuela con palabras. También consuela con hechos.
Ante el dolor y la tragedia humana siente lástima, se le conmueven las entrañas, como ante esta pobre mujer viuda, que además llora la pérdida de su único hijo. Y Jesús actúa. No se queda en el solo sentimiento.
Al devolver la vida al hijo único ayuda también a la madre a restaurar en ella una vida de esperanza.
Tú eres seguidor o seguidora de Jesús. Intenta también enjugar lágrimas, comunicar vida y restaurar esperanzas. Lucha contra todo lo que lesione el sueño de Dios sobre la trahumanidad.
Serás feliz sembrando felicidad.
No dudes nunca de que quien siembra bienaventuranzas él mismo es y será bienaventurado.
Que tengas buen día sembrando vida y restaurando esperanzas.
Buenos días.
Antonio Sanjuán, cmf