«Os digo: al que tiene se le dará, pero al que no tiene se le quitará hasta lo que tiene».
Este evangelio es una llamada a crecer siempre en favor de los demás sin dormirse en los laureles. Es una invitación a reconocer los talentos el Señor nos ha dado y es también una invitación a darle gracias por ellos.
Reconocer y dar gracias es una forma de hacer crecer el tesoro que ha depositado en nosotros y de enriquecer también todo lo bueno que hay en nosotros.
No tengas miedo de arriesgar. El siervo perezoso se llevó la bronca y el castigo de su Señor porque no quiso arriesgar el talento recibido. El Señor también te dice a ti lo que un día le dijo a Pedro: «rema mar adentro».
Y acuérdate también de lo que nos dice el Papa Francisco: «prefiero una Iglesia herida a una iglesia enferma».
Una Iglesia que negocia con todos los talentos que el Señor da a cada uno de sus miembros en favor de los demás.
Agradece los talentos que el Señor te ha concedido y hazlos fructificar el doble.
Si los entierras nunca ganarás nada y nunca servirán de nada para los demás.
Buenos días.
Antonio Sanjuán, cmf