«¡No convirtáis en un mercado la casa de mi Padre!».
Los contemporáneos de Jesús habían convertido en un lugar de comercio lo que estaba destinado a ser lugar de encuentro con Dios. Jesús no soporta esta mentira y aprovecha la ocasión para enseñarnos cuál es el verdadero templo de Dios. Y nos dice claramente que el verdadero templo de Dios es el corazón de cada ser humano.
Y cuántos vendedores del ser humano encontramos en nuestros días:
– Traficamos con la persona humana ya desde el seno materno y ni siquiera la dejamos nacer.
– Traficamos con los niños explotándolos de mil maneras.
– Traficamos con la mujer y con el hombre privándoles de lo más elemental e incluso de su dignidad de personas.
¿Qué diría y cómo actuaría Jesús ante todo esto?.
Tú eres hoy la boca y las manos de Jesús.
Grita fuerte el grito de Jesús: ¡No convirtáis en un mercado la casa de mi Padre!».
Y actúa también en consecuencia. Buenos días.
Antonio Sanjuán, cmf