Sin novedad en el frente

La novela de Erich María Remarque, Sin novedad en el frente occidental, ya ha sido llevada al cine en varias ocasiones. La primera de ellas, en los albores del cine sonoro, ganó el Oscar a mejor película y mejor director (Lewis Milestone) en la edición de 1930; en los años setenta se rodó un telefilme por parte de Delbert Mann; y el año pasado el realizador alemán Edward Berger rodó la última versión con un gran lujo de medios y mayor fidelidad al drama vivido por los jóvenes soldados, dando lugar a un más explícito mensaje antibelicista evidente en la novela original. La película ha adquirido una amplia resonancia y mereció varios premios en diversos certámenes.

El antibelicismo ha sido un mensaje recurrente en muchas películas (la lista sería muy larga: citamos a título de ejemplo Johnny cogió su fusil, Tiempo de amar, tiempo de morir, Senderos de gloria, Platoon… que se han acercado a los conflictos con una finalidad reflexiva e invitando a los espectadores a superar un pensamiento dominante que encuentra en la violencia la solución de los problemas, y a dejar a un lado discursos patrioteros que solo buscan enervar los ánimos y lanzar soflamas reivindicativas de una ideología monocolor. Una de las primeras secuencias de Sin novedad en el frente presenta este hecho, protagonizado por un profesor que anima a los alumnos a alistarse en el ejército alemán para defender principios y valores que exaltan el sentimiento patrio anteponiéndolo a toda consideración.

La película ahonda en una mirada realista y sus conclusiones no pueden ser más evidentes.

Que la guerra es mala y bárbara ya lo sabemos; y Sin novedad en el frente lo ratifica de manera muy explícita. Muestra la sinrazón de los conflictos y cómo la exaltación inicial que mueve a los jóvenes soldados se convierte pronto en un sentimiento que aúna el miedo, la sensación de pérdida, y el sinsentido de unas convicciones que les llevaron a tomar decisiones de las que no tardan en arrepentirse. No obstante, este argumentario no se expone dialécticamente (como en la primera secuencia mencionada), sino a través de los hechos terribles que muestran el dolor, las heridas, la muerte, el debilitamiento de la conciencia traicionada… En este sentido, el mensaje antibelicista de la película se expone a la mentalidad del espectador que queda con pocos recursos para contrarrestar una realidad tan absorbente.

Es muy recomendable acercarse a esta producción y aprender una vez más una lección de historia y de moral: cómo los seres humanos nos empeñamos en tropezar una y mil veces en la misma piedra, convirtiendo la existencia de muchos en un drama de fatales consecuencias. Recientes acontecimientos vividos en nuestro continente ratifican la actualidad de este sinsentido.

 

Antonio Venceslá Toro, cmf

 

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