Simone, la mujer del siglo

En el ámbito francés y anglosajón es bastante común encontrarnos con películas que nos acercan a las vidas de hombres y mujeres que en su día dejaron tras de sí una huella indeleble de firmeza, honradez, nobleza o inteligencia. En este blog hemos tenido ocasión de acercarnos a algunas. Y lo hacemos también en este caso, para comentar Simone, la mujer del siglo, biopic sobre Simone Veil, intelectual y política francesa de influencia perdurable y reconocida en el país vecino.

Simone Veil fue artífice de algunos hitos en la vida social de Francia. Siendo conservadora, auspició la aprobación de la ley despenalizadora del aborto en 1974, no por estar de acuerdo con tal práctica, sino por evitar la angustia de muchas mujeres que recurrían a él. Ello le granjeó el aplauso de buena parte de la sociedad francesa y el rechazo de otra parte, incluso de sus correligionarios. Fue también la primera presidenta del Parlamento europeo. Era evidente que tarde o temprano el cine se acercaría a su figura.

El realizador Oliver Dahan, que ya nos había ofrecido en La vie en rose una biografía en imágenes de Edith Piaf, otro icono de la sociedad francesa, opta por un relato que huye de la linealidad, conformando un puzzle que va reuniendo episodios de la vida de Simone Veil agrupados más por afinidades temáticas que por la sucesión cronológica de los hechos.

Y en ese acercamiento a su vida ocupa un lugar muy destacado su origen judío y los episodios de persecución sufridos a manos de los nazis durante la segunda guerra mundial. Simone Veil vivió la angustia de los campos de exterminio (Auschwitz, primero, y Bergen Belsen, después) y vio cómo sus padres y su hermano morían víctimas de la barbarie. Tal vez esa experiencia la hizo particularmente sensible al destino de las víctimas, de quienes sufrían por diversas causas la persecución y el desatino, incluso aunque fueran diana preferida de la Francia más reaccionaria: presos (y particularmente presas), detenidos en el conflicto de independencia de Argelia… Diríamos que nada humano le era ajeno y entendía como una obligación moral implicarse ante cualquier forma de injusticia.

Con este planteamiento es más que aconsejable acercarse a conocer a esta valerosa mujer. Tal vez la larga duración de la película (dos horas y cuarto) puede jugar en su contra, pero no tiene que ser un impedimento. Los aplausos que coronaron la proyección cuando la vi en una sala de cine dieron fe del valor de Simone Veil y de la necesidad de honrar la memoria de quien abrió caminos que deberían ser transitados por tantos hombres y mujeres que dedican hoy sus vidas al oficio del servicio público, desde presupuestos desgraciadamente alejados de los que la movieron a ella.

 

Antonio Venceslá Toro, cmf

 

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