SAMARITANA I (Jn 4, 5-43)

Llegó Jesús a Sicar, ciudad de Samaria

y se sentó junto al pozo,

cansado de recorrer tantos caminos polvorientos.

 

Era como la hora sexta y el sol de mediodía

acentuaba su sed y sus anhelos.

 

Y una mujer, sin nombre para poder reconocerla,

llegó a sacar agua de aquel pozo

arrastrando su soledad y cubierto su rostro

con tantas caricias estériles en noches enloquecidas.

 

Se cruzaron sus miradas y en el silencio de aquella hora

se escuchó el rumor de un Agua Viva

que manaba de un pozo más hondo e insondable.

 

El rostro de aquel hombre, su mirada

y su palabra eran interrogaciones

imposibles de descifrar

en el quebranto de su vida.

 

Estaban solos los dos

y el Pozo seguía manando

hasta inundar las riberas

de su corazón sediento.

 

Se apagaron las horas

y en el balcón de su mirada

el sol se deslumbró enloquecido.

 

Jesús calmó su sed en el beso enamorado

de aquella mujer renacida.

 

Y despojada del manto de su vieja servidumbre,

se abrazó al Nazareno.

Y en la colina de sus pechos

tembló la tarde.

 

Las Palmas, 2012

 

Blas Márquez Bernal, cmf

(FOTO: Educar con Jesús)

 

SAMARITANA I (Jn 4, 5-43) EM PORTUGUÉS

 

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