Leí en algún sitio a un autor que aseguraba que “el hombre es el único animal que ríe”… añadiendo a continuación, “y que llora, pero nadie tendría más motivos para llorar”. No sé si con esa afirmación estará muy de acuerdo la psicóloga Sofía Scott quien demuestra que las ratas tienen cosquillas y que ellas, junto con los chimpancés y los perros, se ríen.
Debates aparte, la risa es humana y en la mayoría de nosotros existe el deseo de experimentar esa saludable sensación. Además de ser atractiva y contagiosa, la risa requiere su momento oportuno, para evitar reveses molestos. También parece ser verdad que las personas a las que no conocemos nos parecen más atractivas si se ríen de nuestros chistes y ocurrencias. Por cierto, la «risoterapia» está ya inventada hace tiempo. Quienes la promueven están convencidos de que la risa rebaja la tensión, favorece la digestión, reduce el colesterol y un montón de beneficios más… Aunque eso no lo tienen tan claro los expertos. Muchos en internet aseguran que la risa es buena para la salud. Pero, tristemente, no es rigurosamente cierta esa afirmación. La risa no ayuda a quemar más calorías que salir a correr. Aunque la risa sí aumenta el consumo de energía y la frecuencia cardíaca en aproximadamente 10-20%. Se estima que se queman de 10 a 40 calorías por cada 10-15 minutos de risa. De modo que tendría que reír durante unas tres horas para quemar un paquete de patatas fritas.
Resumiendo: Como en la mayoría de las cosas, la risa también requiere de la mesura al ser promocionada. Pero eso no impugna su necesidad: está claro que en un mundo sombrío y huraño, la sonrisa radiante abre una rendija gozosa de bienestar y de simpatía. Somos superiores a los demás no precisamente cuando utilizamos el ceño fruncido y el malhumor, sino cuando esbozamos una cálida sonrisa capaz de alcanzar y hacer que nos sintamos plenos, satisfechos y felices.
Dicho esto, también es cierto lo que dice el sabio bíblico Qohélet cuando hace esta afirmación: “Como el crepitar de zarzas bajo la olla, así es el reír del necio” (Ecle 7,6). Ciertas risotadas insolentes y triviales se parecen al silbido fastidioso de espinos que arden, porque no indican más que grosería, vulgaridad… o, lo que peor por su refinada agresividad, el mal gusto de la broma cínica e insultante.
Juan Carlos Martos Paredes, cmf

 

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