Ayer vivimos en la isla el colmo del despropósito de las políticas migratorias de nuestro gobierno. La Policía sacaba en la tarde de a unas 200 personas que se encontraban hacinadas en el muelle de la vergüenza como una “solución puntual” a la sobresaturación del espacio donde se están produciendo los momentos más grotescos que estamos viviendo en esta crisis migratoria.
Fueron trasladados al centro de Las Palmas de Gran Canaria, a la plaza de la feria donde se encuentran la Delegación del Gobierno y el Consulado de Marruecos, ¿quién tomó esa decisión? Porque, os puedo asegurar que no fue casual ni aleatorio el lugar. Ahora harán el paripé de una investigación y todo lo que quieran, pero llevarlos a ese lugar no fue casual. ¿Quién estuvo detrás? No sé si llegaremos a saberlo. Lo cierto es que cogió a algunos ministerios con el pie cambiado, y tras tener constancia de lo ocurrido, la Secretaría de Migraciones dio instrucciones para recoger inmediatamente a estas personas y derivarlas a un sistema de acogida. Esto es un ejemplo más de la descoordinación que existe entre los diferentes ministerios.
No se puede poner en la calle a los migrantes sin ningún tipo de alojamiento ni alimentación y sin saber a donde ir. Lo único que genera esta medida es ahondar en la profunda brecha provocada y agrandar el enorme rechazo social que esto está generando en la ciudadanía canaria, junto al aumento de la xenofobia.
El sábado pasado participe en la caravana organizada por la Red Migrantes con Derecho con destino a Arguineguín. Lo cierto es que los sentimientos que percibí en algunos ciudadanos por donde pasamos me dejó un profundo amargor, porque me costaba aceptar la ola de racismo que está provocando en algunos canarios las negligentes políticas de nuestro gobierno central con respecto a la inmigración. Lo que se vivió ayer es otro pasito más en este rechazo social. Si a esto le sumamos los bulos y el lenguaje de odio y xenofobia que se está utilizando por parte de determinados grupos sociales y políticos tenemos el perfecto cóctel de esta mala gestión que puede llevar al conflicto y a problemas de convivencia.
Hemos bajado la guardia en el vocabulario de acogida. El lenguaje está contaminado, y tratan de asociar inmigración con la pandemia, con miedos y con peligros, creando un estado de alarma inexistente.
Entre ese vocabulario contaminado que escuché en la caravana está el denominado “racismo democrático”. Es el que excluye a las personas migrantes apelando a valores democráticos, de manera que la violación de sus derechos sea justificable. Por ejemplo, escuchamos argumentos sobre la amenaza sanitaria que esto esta suponiendo y se justificaban medidas radicales basándose en un pseudo principio de justicia, con argumentos como “los inmigrantes reciben demasiado o el gobierno nos ha abandonado, pero a ellos los ponen en un hotel viviendo a cuerpo de rey”, se consigue movilizar el resentimiento a partir de principios legítimos como el derecho a la salud o la preocupación por la situación económica.
La consecuencia más palpable de este racismo democrático es la deshumanización del migrante. Pero a pesar de todo esto, ayer en la plaza de la Feria, pudimos volver a ver a ese pueblo canario solidario, fraterno, cordial, servicial, atento, comprometido, colaborador, acogedor, generoso que siempre ha sido.
José Antonio Benítez Pineda, cmf