Que se nos vea de cerca

Transmitimos más con lo que hacemos que con lo que decimos. Aunque esto es archisabido, sin embargo, seguimos prestando más atención a las apariencias que a los hechos. Los creyentes –y en general quienes tratan de vivir de forma coherente– somos observados atenta y minuciosamente, por otros; y a veces, hasta fiscalizados. Esto nos exige cuidar también nuestra fachada externa.

Solo el ejemplo transmite y contagia. Decía Albert Einstein que “dar ejemplo no es la principal manera de influir sobre los demás; es la única manera”. No hay verdadera educación si a la teoría no le acompañan acciones coherentes y si las palabras no se traducen en hechos. Los valores se transmiten por contagio. La coherencia es nuestra única herramienta para ser creíbles.

No se puede invitar a una persona que se haga cristiana, si no ve a cristianos de carne y hueso apasionados por Cristo. Como tampoco podemos inducir a otros a que se hagan las preguntas más profundas si no logran percibir lo fundamental que es la fe en nuestra vida. No llegaremos a contar con simpatizantes si nuestro estilo de vida es ambiguo.

El ejemplo es una lección que todos los hombres pueden leer testificaba Morris West. Para ser creíble se debe ser transparente. Cuando se percibe la contradicción entre lo que alguien dice y lo que hace, los demás se sentirán timados. Pero no es tan difícil ser un verdadero discípulo-misionero hoy. No se trata de poseer simpatía o habilidades comunicativas o conocimientos. Lo principal que se exige es congruencia.

Un famoso principio pedagógico, casi un axioma, afirma que los niños no obedecen, sino que imitan. Los aprendizajes se realizan por mímesis, por imitación de un modelo de referencia. Tanto en el pasado como en el presente, aprendemos por emulación, observando un prototipo ejemplar y reproduciendo, a nuestro modo, sus gestos, palabras y actitudes.

El testimonio cristiano se rige por ese principio. Se trata de un continuum de movimientos, de una cadena de acciones, palabras, reacciones, aparentemente aislados y separados, pero que conforman una unidad de significado atractivo y valioso.

La evangelización es un proceso educativo y no un acto puntual. Tiene lugar en el encuentro, en el contacto entre un cristiano y otra persona, entre alguien que transmite evangelio y otro que, al sentirse interpelado, lo acoge. Así se dispone a conocer lo que todavía ignora y a adentrarse en el territorio del evangelio. Sin salida y encuentro no hay evangelización posible. La ejemplaridad y la cultura del encuentro son sus dos fundamentos. Por tanto, que se nos vea. Y que se nos vea cerca.

 

Juan Carlos cmf

(FOTO: Vince Fleming)

 

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