Si tuviera en los labios una nube
y en los ojos la luz de tu mirada…
Llevo mi soledad a cielo abierto
y sobre ascuas de luna, una quimera.
Llevo mi soledad a cielo abierto
y lloro por los rincones de mis verbos.
No me caben las olas en las manos.
Miro al mar y se estremece el aire.
¿Qué me queda después de tantos años?
Cenizas, ascuas leves, archivos de preguntas
y una melancolía que embriaga mi piel
y desata los nudos del hastío…
¿Qué me queda después de tantos años?
Una esperanza tenue, tus manos temblorosas,
un beso deshojado, la vieja certidumbre
de andar sin rumbo cierto y este dolor
por los alrededores de mi pena…
¿Qué me queda después de tantos años?
Un húmedo silencio, las palabras-ceniza de tus manos,
y el tacto tenue de tus labios…
Después de todo, sólo queda el rumor anhelante
de la vida, un pañuelo-ceniza entre las manos
y el anhelo de Dios por las orillas
desiertas de mis pasos.
Blas Márquez Bernal, cmf