Hoy he escuchado la conversación entre un niño y su padre en el metro. Era tan llamativa que, incluso, todos los que estábamos cerca giramos la cabeza hacia el niño. El pequeño tenía los ojos muy abiertos por la admiración ante las cosas de su entorno y no paraba de preguntar a su padre. Preguntaba sobre el metro, sobre las paradas, sobre las personas, sobre las cosas que veía desde el cristal, etc. Hacía muchas preguntas, de forma muy diversa y de manera espontánea. Y el padre con mucha paciencia… le contestaba todas.
Preguntar es algo básico en la vida humana. Desde el “¿qué tal hermano? ¿cómo va la vida?”, hasta otras más íntimas o profundas. Cuando éramos niños, posíblemente preguntábamos tanto como el niño del metro. También en la juventud y, a buen seguro, hoy seguimos siendo preguntones.
Preguntas… que generan respuestas. Y respuestas… que lleva a otra pregunta. Y sucesivamente. Así, la filosofía comienza con la pregunta; la ley de la gravedad pivota sobre la pregunta de por qué una fruta cae hacia abajo, a la tierra; los grandes descubrimientos comenzaron con una pregunta sencilla acerca de la realidad, de la vida… En fin, la vida está llena de preguntas y respuestas.
Pero quizás, hay veces donde ya no preguntamos. O sí… pero ya no como el niño a su padre. Un niño pregunta desde su sinceridad, desde su curiosidad, desde lo que le admira de la realidad que está viendo, desde su espontaneidad, desde no saber. Y aguarda con mucha atención -con la actitud de escucha- a la respuesta del padre, “aquel que ha de saber más porque nacido mucho antes que yo…”.
Pues toda esta experiencia nos lleva a otra más grande. Nos invita y nos mueve a reflexionar y preguntar cada día al Padre que está en el cielo. Para, desde nuestra sinceridad y espontaneidad como hijo, desde nuestra pequeñez, desde nuestra debilidad… esperar SU respuesta, para hacer lo que Él quiere de nosotros, lo que Él nos diga, Su voluntad. De esta manera, también nosotros podremos responder, con María: “hágase en mí según Tu Palabra”.
Tomas Mekkar Joustefen, cmf